En el marco de la plaza de un pequeño pueblo en Santander, enclavado en medio de la cordillera, una señora de casi sesenta años, al recordar sus días de infancia y juventud señalaba que en aquella época ella "creía que el mundo se terminaba en el pico de esa montaña (señalando con el dedo una pequeña cadena montañosa) pero resulta que uno se para en la montaña y más allá hay más mundo y después va a la otra montaña y hay más mundo y así, porque el mundo es inmenso" termina su frase con cierto aire de orgullo. Y es claro que debía sentirse orgullosa, pues la vida, la experiencia y su inteligencia le permitieron comprender el concepto de Horizonte.
Según la definición tradicional el horizonte hace referencia al límite visual de la superficie terrestre, donde parecen juntarse el cielo y la tierra, y es a esta idea que hace referencia mi amiga campesina, pero va más allá porque al comprenderlo supo que sus hijos debían estudiar, viajar, leer novelas de "otros mundos" y por supuesto ver cine y televisión, por eso ahora no la sorprende la llamada globalización, es decir que para ella el horizonte es el Horizonte de la conciencia.
El acto de aprender es una experiencia que lleva a nuestra inteligencia por caminos que obligan a una apertura de nuestro horizonte de mundo. Sin embargo, aunque es un elemento propio de la conciencia por la forma en que percibimos las cosas o se nos dan, no así es un elemento a priori para el aprendizaje. Dicho de otra manera, no necesariamente el tránsito por otros mundos y la apertura a nuevas realidades se traduce en una ampliación de nuestro horizonte, pues se puede estar en lo otro y ver lo mismo, estar en Europa y ver Zapatoca.
Ampliar el horizonte de mundo requiere curiosidad para adentrarse en lo que el mundo nos muestra y criterio para sopesar lo que encuentro con lo que tengo y confrontarlo, evaluarlo y aceptarlo o descartarlo. La razón como forma de pensamiento en la que se fundamenta nuestro modelo de organización social, nos reta permanentemente a la justificación argumentativa de las cosas que suceden a nuestro alrededor y a la exposición de motivos que orientan nuestra acción. Sin embargo, la condición posmoderna parece dar al traste con esta idea y nos pone de presente generaciones con la razón perezosa, viviendo en un relativismo inútil, producto de una mala interpretación de lo diverso.
Hoy, para muchos de nuestros jóvenes y algunos adultos inmersos en la ola de autoayuda que pregona la sicología popular posmoderna, el horizonte se estrecha, pues en algún punto la necesidad de búsqueda interior se ha confundido con la ausencia absoluta de curiosidad trayéndonos a un mundo donde ninguna conversación es posible porque, según ellos "ese es su punto de vista, lo respeto pero no lo comparto" …"eso piensa usted, otra cosa pienso yo" pero tampoco la confronta…adiós a la dialéctica.
Al contrario de nuestra amiga campesina y a pesar de la globalización, parece que estamos marcando el rumbo hacia la conformación de un mundo de idiotas consumistas con menos horizonte que el de un perro bien adiestrado.
Según la definición tradicional el horizonte hace referencia al límite visual de la superficie terrestre, donde parecen juntarse el cielo y la tierra, y es a esta idea que hace referencia mi amiga campesina, pero va más allá porque al comprenderlo supo que sus hijos debían estudiar, viajar, leer novelas de "otros mundos" y por supuesto ver cine y televisión, por eso ahora no la sorprende la llamada globalización, es decir que para ella el horizonte es el Horizonte de la conciencia.
El acto de aprender es una experiencia que lleva a nuestra inteligencia por caminos que obligan a una apertura de nuestro horizonte de mundo. Sin embargo, aunque es un elemento propio de la conciencia por la forma en que percibimos las cosas o se nos dan, no así es un elemento a priori para el aprendizaje. Dicho de otra manera, no necesariamente el tránsito por otros mundos y la apertura a nuevas realidades se traduce en una ampliación de nuestro horizonte, pues se puede estar en lo otro y ver lo mismo, estar en Europa y ver Zapatoca.
Ampliar el horizonte de mundo requiere curiosidad para adentrarse en lo que el mundo nos muestra y criterio para sopesar lo que encuentro con lo que tengo y confrontarlo, evaluarlo y aceptarlo o descartarlo. La razón como forma de pensamiento en la que se fundamenta nuestro modelo de organización social, nos reta permanentemente a la justificación argumentativa de las cosas que suceden a nuestro alrededor y a la exposición de motivos que orientan nuestra acción. Sin embargo, la condición posmoderna parece dar al traste con esta idea y nos pone de presente generaciones con la razón perezosa, viviendo en un relativismo inútil, producto de una mala interpretación de lo diverso.
Hoy, para muchos de nuestros jóvenes y algunos adultos inmersos en la ola de autoayuda que pregona la sicología popular posmoderna, el horizonte se estrecha, pues en algún punto la necesidad de búsqueda interior se ha confundido con la ausencia absoluta de curiosidad trayéndonos a un mundo donde ninguna conversación es posible porque, según ellos "ese es su punto de vista, lo respeto pero no lo comparto" …"eso piensa usted, otra cosa pienso yo" pero tampoco la confronta…adiós a la dialéctica.
Al contrario de nuestra amiga campesina y a pesar de la globalización, parece que estamos marcando el rumbo hacia la conformación de un mundo de idiotas consumistas con menos horizonte que el de un perro bien adiestrado.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario