Las historias sobre almas errantes y mundos fantasmagóricos hacen
parte de la tradición y son un vehículo
por donde transita la memoria de nuestros pueblos y sus tradiciones. Quién no ha escuchado hablar de la Llorona, el
Silbón, o la Pata Sola, entre otras historias que parecen de mundos lejanos
pero que contribuyeron a construir nuestro presente.
En medio de
esas charlas eternas donde se fusionan los recuerdos con la fantasía, escuche
atento diversos relatos de donde comparto los siguientes:
² “A
mí un día me salió una llorona en un trapiche a perseguirme porque la había
visto, y como a ellas no le gustan que uno las vea... me tocó que coger el
machete y hacerlo sonar contra las piedras para que se alejara de mí.... porque
si no me hubiera dado una tanda que luego ni me puedo levantar...” cuenta
jocosamente don Carlos, un hombre de setenta y cuatro años de la vereda la
Aguada en el municipio de Galán.
² Doña
Carmen relata que “mi abuelo Efraín le
regaló a mi papá una casa, como herencia
luego del matrimonio. En esa casa
funcionaba una guarapería, y cuando mi papá se pasó a la casa vieron a una
mujer pasar de la pieza a la cocina y de la cocina a la pieza... mi papá no le dio importancia y se quedó allí con mi mamá. Esa noche no los dejaron dormir... se levantó
un cucarachero impresionante, las cucarachas apagaban las velas... se veían por
todos lados; y, una mujer afuera lloraba
y gritaba la muerte de su hijo arañando la puerta de la pieza. Al otro día, buscaron cucarachas y no
encontraron nada, así que decidieron contarle al cura del pueblo lo que les
había sucedido y el sacerdote dijo que posiblemente un niño estaba enterrado en
la pieza; llevaron trabajadores para levantar la baldosa del piso de la pieza y
efectivamente encontraron los huesitos de un niño envueltos en una manta, los
sacaron y les dieron cristiana sepultura, así dejaron de espantar”.
² Don
Santos, un hombre de setenta y seis años oriundo de Macaravita en la provincia
de García Rovira cuenta que “Yo estaba muy pequeño, tendría unos 7 años, estaba
acompañando a pescar a mi tío Higinio; la noche anterior habíamos colocado los
anzuelos y madrugamos ese día a recogerlos.... cuando de repente vi sobre una
piedra a un niño de cabello ensortijado, pantalón corto, camisa de mangas
largas y amplias... como se vestían en la época de los españoles.... y tenía un
cofrecito entre las manos, sonriendo sujetaba el cofre con una mano y con la
otra me invitaba a seguirlo... yo salí corriendo despavorido.... al contarle a
mi tío y a mis padres, dijeron que de pronto quería mostrarme donde estaba
enterrada una guaca que en esa época era muy común… yo me acuerdo que mi abuelo
se hizo rico a punta de guacas...”
² Yo
también vi un fantasma, comenta Doña Matilde, “cuando estaba pequeña dormíamos
en el segundo piso de la casa y bajé al primero donde asoleaban café, diagonal
del caney estaba la puerta de entrada a la carpintería de mi papá donde él
fabricaba ataúdes; de repente veo venir como a un muñequito de nieve, era
blanquito con los ojitos negros y la boquita roja... pero no tocaba el piso, el
venía de frente mirándome y a mi no me dio miedo hasta que lo veo atravesar la puerta de madera de la
carpintería... salí corriendo a contarle a mi papá y el bajó a mirar qué había
pasado y no encontró nada, entonces dijo seguramente es alguien que murió y
viene a medirse un ataúd; efectivamente, al otro día llegó alguien a comprar un
ataúd. De ahí en adelante cuando
chirriaban los ataúdes mi papá decía mañana seguro voy a vender”
² A
propósito de cosas misteriosas, esto me pasó en un pueblo de Nariño, cuenta don
José, quien es pensionado de las Fuerzas Militares. “En una correría llegué a un pueblo pequeño;
el hotel era espantoso y por la noche no pude dormir porque había un chinchero
terrible. En el desayuno me hice amigo
del Inspector de Salud del pueblo, un hombre de unos cuarenta años, alto, se
veía saludable y me dijo que si quería podía quedarme con él en el puesto de
salud que estaba desocupado... pero que había un problema y era que ahí se
sentían ruidos extraños de noche; Entre
quedarme en el hotel y el puesto de salud, decidí aceptar su propuesta. Llegué por la noche y llevé una linterna,
efectivamente tipo diez de la noche comenzaron a escucharse unos estruendos en
el patio como si arrojaran mesas y sillas desde el segundo piso.... salí a ver
y no era nada. Luego, apagamos la luz y
sentí como en medio de los dos bancones en donde estábamos acostados pasaba
alguien, prendí la luz y a lo lejos se veía alguien vestido de médico; apagué
la luz y volvió a suceder volvía prender la luz y a lo lejos vi como atravesaba
una puerta cerrada una enfermera y así toda la noche... durante siete noches
que estuve allí pasaron y pasaron cosas.
Me fui de ese pueblo y al mes tuve que regresar nuevamente, esta vez
llegué al pueblo como a las ocho de la noche y decidí ir directamente al puesto
de policía a pedir posada, efectivamente esta vez la pude conseguir porque un
agente se encontraba de licencia. Le
pregunté al Cabo sobre el Inspector y me dijo que hacía cinco días tuvieron que
sacarlo del puesto de salud… estaba muerto y nadie se explica la causa de su
fallecimiento... pero igual nadie quiere entrar a esa casa porque de igual
manera hace mucho tiempo, en iguales circunstancias murió un médico y una
enfermera...”
Centenas de
historias, anécdotas y recuerdos rondan la memoria de nuestros ancianos, que en
la mirada perdida de sus ojos vidriosos y la ronquera de su voz toman un aire misterioso pero
indiscutiblemente creíble. Con el paso del tiempo muchas historias tendrán vida
a través de la pluma pero otras jamás serán conocidas porque sus
fantasmas se perdieron en el camino hacia las ciudades…