La mentalidad obtusa de las farc nunca les ha permitido interpretar o refigurar el mundo en la misma dinámica de sus cambios y su contexto. Recuerdo hace unos años cuando terminaba el proceso del caguán que la mayoría de ciudadanos, sintiéndose burlados en su inteligencia, reclamaban la mano dura y acción eficaz del ejército contra los bandidos. También recuerdo los comentarios, tanto de quienes debaten la política nacional en las cafeterías como los analistas de prensa, sobre la conveniencia de una acción militar a la ofensiva y que una vez reducida la capacidad militar de la guerrilla ésta se vería forzada a negociar; otros en cambio pensaban, y piensan, que esta guerra no se supera por la vía de las armas pues ninguna de las partes tiene la capacidad de aniquilar totalmente al enemigo por esa vía.
Ahora es evidente que la política de seguridad democrática, no solo ha reducido el poder y margen de maniobra de las guerrillas y que ha desmontado gran parte de las estructuras paramilitares; también nos ha permitido crecer en una idea colectiva de Nación; en un sentimiento generalizado de confianza y seguridad; en orden público; en confianza inversionista y en la estabilidad de un modelo económico que a su pesar requiere revisión e intervención. Sin embargo, el conflicto armado esta lejos de terminarse pues como lo expone el investigador León Valencia, las farc están disminuidas pero no vencidas, aun suman en sus filas más de 10.000 hombres distribuidos en 64 frentes y el Eln aun conserva intacto su comando central y no solo resiste la embestida del Estado, sino que empieza a crecer en algunas zonas del país. De otro lado, los llamados grupos paramilitares comienzan a resurgir transformados en bandas con distintas denominaciones y que sumados pueden llegar a más de 10.000 hombres en armas, todo esto sin entrar en los detalles de los escenarios regionales.
Adicionalmente, hechos como el de las pirámides, que evidencia la audacia del narcotráfico para permear las estructuras económicas, políticas, sociales y culturales de la nación y que han develado la desconfianza del ciudadano de a pie en el sistema financiero; más hechos como la para-política; la yidis-política; la farc-política; los positivos falsos; las ejecuciones extrajudiciales; además de los temas laborales como el asunto de los corteros de caña; el tema de la tierra, su uso y su tenencia (no solo de los indígenas); la inoperancia de la justicia; más los altos indicies de maltrato infantil y contra la mujer; el drama de los desplazados y ahora de los desmovilizados, entre otros muchos temas de corte social, nos van mostrando el rumbo de la Nación e indicando el perfil del administrador que requiere el 'edificio Colombia'
Este escenario, de una guerra con espíritu autopoiético, más la crisis social que se agudiza, requiere un líder firme pero conciliador; sin "actitud de ciclista"; autónomo, capaz de decidir con criterio propio y no como eco de los demás; que promueva la descentralización política y administrativa; con altura para las relaciones internacionales; y que no haga la lectura del pasado con los signos del presente.
Seremos los Colombianos capaces de leer los signos de los tiempos, de discernir lo esencial de lo accidental, en esta compleja realidad?
Ahora es evidente que la política de seguridad democrática, no solo ha reducido el poder y margen de maniobra de las guerrillas y que ha desmontado gran parte de las estructuras paramilitares; también nos ha permitido crecer en una idea colectiva de Nación; en un sentimiento generalizado de confianza y seguridad; en orden público; en confianza inversionista y en la estabilidad de un modelo económico que a su pesar requiere revisión e intervención. Sin embargo, el conflicto armado esta lejos de terminarse pues como lo expone el investigador León Valencia, las farc están disminuidas pero no vencidas, aun suman en sus filas más de 10.000 hombres distribuidos en 64 frentes y el Eln aun conserva intacto su comando central y no solo resiste la embestida del Estado, sino que empieza a crecer en algunas zonas del país. De otro lado, los llamados grupos paramilitares comienzan a resurgir transformados en bandas con distintas denominaciones y que sumados pueden llegar a más de 10.000 hombres en armas, todo esto sin entrar en los detalles de los escenarios regionales.
Adicionalmente, hechos como el de las pirámides, que evidencia la audacia del narcotráfico para permear las estructuras económicas, políticas, sociales y culturales de la nación y que han develado la desconfianza del ciudadano de a pie en el sistema financiero; más hechos como la para-política; la yidis-política; la farc-política; los positivos falsos; las ejecuciones extrajudiciales; además de los temas laborales como el asunto de los corteros de caña; el tema de la tierra, su uso y su tenencia (no solo de los indígenas); la inoperancia de la justicia; más los altos indicies de maltrato infantil y contra la mujer; el drama de los desplazados y ahora de los desmovilizados, entre otros muchos temas de corte social, nos van mostrando el rumbo de la Nación e indicando el perfil del administrador que requiere el 'edificio Colombia'
Este escenario, de una guerra con espíritu autopoiético, más la crisis social que se agudiza, requiere un líder firme pero conciliador; sin "actitud de ciclista"; autónomo, capaz de decidir con criterio propio y no como eco de los demás; que promueva la descentralización política y administrativa; con altura para las relaciones internacionales; y que no haga la lectura del pasado con los signos del presente.
Seremos los Colombianos capaces de leer los signos de los tiempos, de discernir lo esencial de lo accidental, en esta compleja realidad?
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