El ser humano se construye desde la relación con el
otro, con lo otro y consigo mismo. Así nos formamos una idea de lo que somos y
lo que queremos ser, forjamos una representación del mundo y la ponemos en
práctica, a eso llamamos cultura. En ese sentido la cultura es algo dinámico
que está en permanente cambio, renovándose y reinventándose cada tanto. Leer
los signos emergentes de las nuevas expresiones que marcan nuevas expresiones
culturales es un reto que nos permite una mejor convivencia y en consecuencia
un mejor desarrollo como sociedad.
Somos personas desde el reconocimiento mutuo, lo
que nos permite desenvolvernos en una entramada de sensaciones y discursos que
nos acercan y/o nos alejan dinámicamente de los otros. Normalmente escogemos
estar con quienes compartimos emociones, sentimientos y razones acordes con
nuestra idea del mundo y cuya apariencia es similar a la nuestra, por el contrario
preferimos alejarnos de quienes piensan, sienten y aparentan ser diferentes. Esto pasa porque nos invade el miedo a que se
derrumben nuestros paradigmas, perdamos nuestra identidad o que nuestra
existencia carezca de sentido, es decir miedo a morir moralmente; sentimos la
diferencia (sexual, política o religiosa) como una amenaza a nuestra propia
existencia, entonces nos ponemos a la defensiva, atacamos y nos volvemos
violentos.
Sin embargo, la historia de la humanidad ha
demostrado que no es así y que por el contrario las culturas se enriquecen
cuando toman elementos de otras culturas y los incorporan a su propia imagen de
mundo; esto amplía los horizontes de mundo, enriquece el lenguaje, flexibiliza
la estructura social y promueve el desarrollo de la ciencia y las artes.
Una sociedad donde el otro es reconocido como un
legítimo otro en la convivencia cotidiana (H.Maturana),
es una sociedad de amor, donde la piedra angular es la Dignidad como valor
supremo que hace posible la tolerancia, la solidaridad y la responsabilidad;
una simbiosis entre los principios de la modernidad y las pluralidades de la
posmodernidad.
La cultura de Bucaramanga, es decir su manera de
representarse el mundo y vivirlo históricamente, es como toda la cultura latinoamericana un híbrido (García Clanclini) de expresiones premodernas, modernas y posmodernas pero donde parece predominar
el arraigo de tradiciones y costumbres patriarcales que se resisten a aceptar
los cambios que irrumpen con la velocidad y la inmediatez que hoy nos permiten la
conectividad tecnológica y especialmente las redes sociales.
Es así como los bumangueses parecen vivir en una
permanente tensión entre ser una sociedad abierta, tolerante, solidaria, sin
prejuicios en medio de las estructuras patriarcales, conservadoras, prejuiciosas
e intolerantes. De esta tensión cultural surge esta propuesta de “Ciudadanía Líquida” como un aporte a la formación de las personas para
que tengan la capacidad de ver en los otros, más allá de las formas, a personas
con quienes convive y con quienes se puede construir un mundo mejor. En otras
palabras “Ciudadanías líquidas” pretende
ser un aporte a la formación de una cultura donde el otro se ve en lo que es
como esencia pura: un ser humano, sin barreras de sexo, género, ideologías,
religiones, edad, color, estatura o limitaciones físicas o psicológicas.
Para más información escribir a alvaro.vecino@gmail.com
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