La modernidad, es decir esta época de la historia de occidente, fue posible por el cambio de la concepción religiosa del mundo por una representación desde la razón. Razón cartesiana: pienso, luego existo. Razón egocéntrica y monológica; es decir, que solo conversa consigo misma. Así surge la modernidad y con ella los procesos de modernización que trae consigo esta visión de mundo que busca la eficiencia y la eficacia anteponiendo el desarrollo humano al crecimiento económico.
A nosotros, colombianos y latinoamericanos, nos llegaron las angustias de
la modernización, pero sin modernidad; como quien recoge los frutos de un árbol
que no ha sembrado ni ayudó a crecer. A estas alturas del llamado siglo 21, la
modernidad sigue siendo, para nosotros, un concepto tardío, ausente e ignorado,
aun así, queremos posar de posmodernos
aunque sigamos siendo premodernos; al fin y al cabo tenemos, culturalmente, un
poco de todo, una cultura híbrida como lo dijera algún filósofo
latinoamericano. Sin embargo, económicamente seguimos apostando a procesos
lineales, en la vieja idea de que la base el Desarrollo es el crecimiento
económico.
Ahora, con este empequeñecimiento del mundo que nos brindan los medios de
comunicación, hoy fortalecidos con las redes sociales, nos sentimos parte de la
“aldea global” y obviamente queremos aportar nuestro granito de arena al porvenir
de la vida humana desde el Desarrollo Sostenible. El problema es que para
muchos esto se usa más como una moda, un cliché o una oportunidad electoral, lo
que echa a pique los grandes esfuerzos que hacen quienes sí tienen una postura
convencida y argumentada sobre el tema. En todo caso, la idea de un Desarrollo
Sostenible, que no es nueva en el mundo, pero que se viene abriendo paso entre
nosotros, con mucho esfuerzo, es una realidad a pesar de nuestra comprensión
tardía del valor que tenemos como continente en este proceso.
Esta otra visión del Desarrollo orientado hacia la Sostenibilidad, es decir
hacia el equilibrio entre el crecimiento económico, la protección del medio
ambiente y el mejoramiento de la calidad de vida de las personas, encuentra su fundamento
en un modelo de representación del mundo que se construye en el acuerdo donde
confluyen múltiples perspectivas de lo mismo: la razón comunicativa. A
diferencia de la acción estratégica, modelo de la racionalidad instrumental
propia de las empresas tradicionales, donde se promueve la competencia entre
pares, se busca el bienestar individual y el entorno es solo un medio más para
conseguir sus fines; con la acción comunicativa se procura la transparencia
argumentativa que contribuya a la solidaridad entre las partes, es decir que el otro es visto como
un interlocutor válido en la construcción de propósitos comunes y lo otro (el
entorno) es aquello que genera las condiciones de posibilidad para la
conservación de la vida en general y de una vida humana digna.
La pregunta ahora es ¿cómo hacemos que esto sea posible en esta realidad
colombiana donde la tolerancia solo es posible entre aquellos que piensan igual
bien sea de una lado u otro; donde las posibilidades de disentir están
atravesadas por el insulto, la amenaza y la agresión física; donde los
argumentos poco importan porque por encima de ellos están los clichés y las
doctrinas políticas que reemplazaron a las religiosas o porque todo debe ser
explicado con suficiencia en 280 caracteres a riesgo de volverse aburrido u
obsoleto?
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