“Allá va ese pobre escarchín arrastrando la lápida”, solía decir el viejo Jota…. “es que ya no se agarra el culo con las dos manos”, replicaba su compadre. Así pasaban las tardes este par de septuagenarios, sentados en el antejardín de la casa, en su silla mecedora, viendo pasar los afanes del mundo, criticando a los jóvenes y burlándose de sus coetáneos y uno que otro anciano mayor que ellos.
Ellos ya habían tenido su vida afanosa en un mundo donde literalmente se abrieron camino a punta de machete…limpiando trocha en las selvas del carare-opón a orillas del rio grande de la Magdalena; entre caimanes y zancudos, enfrentando la malaria, el dengue y el paludismo, y gastándose su paga en las casas de lenocinio donde cada uno se sentía como un Juan Charrasqueado: parrandero, mujeriego y jugador. La vida era simple, solo necesitaron aprender a leer y escribir; sumar y restar; y “fuera contigo”… pa’que más.
Aunque amigo de todos y algo dicharachero, solía decir el viejo Jota. “conmigo la charla es poca y si se quiere ninguna” cuando no quería ser molestado. Siempre usó palabras que casi nadie sabía su significado, pero le entendían por el contexto en que se decían; por ejemplo cuando veía a un adulto mayor pobre y enfermo por la calle decía “pobre escarchín”; o cuando le decían que alguien estaba enfermo y parecía que la cosa estaba grave “va de la chocolatera pa’bajo”; o cuando estaba mal de plata “voy de culo pal estanco”. Cuando alguno de sus hijos le decía que estaba en una reunión con el jefe le preguntaba “y que dijo el capex”; y cuando quería decir que estaba de acuerdo con algo simplemente decía “ecolecuá”.
En el campo de las artes manuales, en el cual era un experto, solía decirles a los aprendices cuando las cosas no les salían “póngale semántica la cosa” y ante el afán propio de la juventud siempre recomendó “despacio y con buena letra”
Siempre había un dicho para algo, no tenía que recurrir a diálogos de los Simpson para ejemplificar una situación, como muchos hacemos ahora. En parranda celebraba con aguardiente “aguardiente beberemos pero a Bolívar no vamos, la plata se nos acaba pero gusto sí nos damos” y todos le hacían el coro. Sin embargo, sabia el valor del estudio para las nuevas generaciones por eso les recalcaba que “el que lee algo aprende y el que bebe se emborracha”. Tampoco le gustaba darse lujos que no podía y criticaba a la gente cuando se empeñaba en hacer un viaje o comprar algo que no podía pagar “el que no tiene narices no lo obligan los olores”. A las nuevas generaciones que siempre despilfarran todo porque no conocen el valor de las cosas, les recalcaba “mañana pilar sabrán” y cuando tenía las condiciones para hacer algo que había querido en mucho tiempo y de pronto no se podía, maldecía diciendo “cuando el pobre saca la ruana al sol se larga el aguacero”.
Con el paso del tiempo, es decir mientras envejecía, las cosas le importaban poco y menos aun las convenciones sociales. Un día una señora le preguntó algo trivial y el le contestó de forma burlesca, entonces ella lo regañó: ”ushhh basta ser tan feo para ser tan grosero” y él ripostó con su hablar campesino: “que talito uno jeo y también decente”. Le gustaba tomarle el pelo a su compadre que no pudo casarse con su primer amor porque cuando fue a pedir su mano el papá de la muchacha le dijo: eso no es posible mijo, no se le olvide que “las tasas con las tasas y los totumos con los totumos”
Los días pasaban y como todos los adultos mayores el viejo Jota repetía las mismas historias una y otra vez alentado por su compadre, amigo de parrandas… de ires y venires…unas de cal y otras de arena; ellos eran los protagonistas y superhéroes de cientos de anécdotas con amigos y las mujeres que nunca podía faltar en sus relatos. Entonces…un día cayendo la tarde, su contertulio le preguntó con aire circunspecto: compadre ¿usted alguna vez ha sido infiel? y él en la cátedra se su sabiduría le contestó: Compadre… “si no he sido capaz de ser fiel, mucho menos infiel”.
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