La
realidad es una expresión objetiva de la manera como una comunidad interpreta
al mundo. En su interacción cotidiana con el mundo, las personas internalizan ,
recrean y externalizan su imagen de mundo en una espiral continua hacia la
evolución de la sociedad. En este proceso se construye el Mundo de la Vida
Cotidiana, que es el horizonte espacio-temporal en el que transcurren las
vivencias, pensamientos y acciones humanas de orden espontáneo e irreflexivo.
Es la realidad que toda persona
encuentra en su actitud natural, está ahí delante de nosotros.
En relación con el riesgo objetivo, al pasar por las percepciones y filtros que establece la experiencia humana, se transforma en imaginarios y dimensionamientos perceptivos o cotidianos de tal forma que la comunidad actúa de acuerdo con las percepciones e imaginarios que tenga. Cuando hablamos de la “construcción social del Riesgo” nos referimos a lo asociado con la relación entre riesgo cotidiano y riesgo de desastre.
Al tener que enfrentar diariamente el riesgo cotidiano asociado con la pobreza (falta de empleo e ingresos, problemas de salud, violencia doméstica y social, drogadicción y alcoholismo, etc.), algunas comunidades perciben el riesgo de desastres, o construyen imaginarios en torno a éste, de tal manera que minimizan la importancia de lo que objetivamente es de una dimensión significativa. En otras palabras, se posterga la toma de decisiones y la inversión de esfuerzos en la reducción del riesgo de desastres, para poder lidiar y enfrentar el riesgo cotidiano.
Cuando no se otorga la debida importancia al riesgo de desastres, las comunidades pueden verse más vulnerables y menos preparadas para enfrentar eventos potencialmente devastadores. Por tanto, la clave está en comprender que el riesgo no es solo una cuestión técnica o científica, sino también una construcción social que refleja las prioridades, valores y necesidades inmediatas de las personas. Solo a través de un proceso de sensibilización y educación que reconozca la interconexión entre el riesgo cotidiano y el de desastres, será posible promover una gestión integral y efectiva del riesgo en sus diferentes dimensiones.
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