viernes, 28 de mayo de 2010

GIRO A LA MODERNIDAD

Algunos científicos sociales, como Néstor García Canclinni, se han referido a nuestra realidad latinoamericana como una cultura híbrida, en el sentido de que expresamos en nuestro comportamiento patrones premodernos, modernos y posmodernos. Esto podría ayudarnos a comprender cómo es posible que en nuestra realidad colombiana pasemos de una fuerte expresión patriarcal pre-moderna a una actitud ciudadana no solo moderna sino dispuesta a construir un modelo social basado en la racionalidad comunicativa.

Después de ocho años de convivir con un modelo de gobierno apoyado en un sistema comunicativo que parte del supuesto de que quien habla es superior a quien oye y por tanto la mayoría de enunciados son imperativos que no permiten objeción y donde el cálculo de los fines de la acción justifican cualquier tipo de medios que posibiliten su éxito, el giro hacia el argumento, la apertura al debate y la circunscripción de la acción social al marco normativo, constituyen un salto a la modernidad social.

Para una democracia participativa, incipiente como la nuestra, resulta muy refrescante que el discurso político se haya encontrado con un candidato que ha sido capaz de construir su proyecto político con base en argumentos y no en clichés discursivos o estrategias de marketing; que además es capaz de reconocer sus propias equivocaciones o los vacios de una argumentación insuficiente porque ve en su interlocutor a un sujeto con competencia comunicativa, capaz no solo de escuchar sino de comprender y, en consecuencia, de tomar una postura bien sea para asentir, refutar o debatir hasta llegar a un acuerdo; algo muy diferente al sistema de comunicación vertical donde ‘el otro’ constituye una amenaza si no obedece o se mantiene indiferente.

Para bien de los colombianos, y latinoamericanos, vivimos este tránsito cultural de una estructura mental pre-moderna que considera que ‘el orden’ social solo es posible gracias a la generosidad de sujetos predestinados o a seres metafísicos que controlan el universo y que nos mantienen en la amenaza constante de una hecatombe, a una nueva visión de mundo que reconoce a las personas como sujetos con capacidad de entendimiento, habla y acción; que valora el marco normativo en la construcción de consensos y por tanto antepone el trabajo en equipo al capricho personal.

Esto se refleja en el interés inusitado de los jóvenes hacia la política y los diálogos sobre la actualidad del país y su proceso electoral al interior de familias, grupos de amigos, o de sectores académicos, gremiales y comunitarios sin polarizaciones ridículas que dejan entrever un avanzado grado de madurez política que sin duda nos conducirá por la vía de un Desarrollo con justicia social con crecimiento económico y sostenible.

Sin haber elegido aún Presidente, los colombianos ya hemos ganado en la forma como comenzamos a entender la política desde la campaña electoral. Hemos cambiado las tejas por lápices, el reproche por el argumento y la pasión por la razón. El próximo 30 de mayo tenemos la oportunidad de poner en juego nuestra autonomía y dar un giro en la forma como nos relacionamos entre nosotros, con los vecinos, con la naturaleza y el medio ambiente.

No hay comentarios.: