A pesar de todo el apogeo del
discurso de la sostenibilidad y la responsabilidad social (ODS, Pacto Mundial,
GRI, ISO 26000 y una larga lista de teorías y propuestas) los temas del entorno se siguen considerando como algo de trámite en los grandes
megaproyectos, bien sea en el sector extractivo o de infraestructura vial. Por
eso es muy común que algunas empresas, cuando llegan a un territorio a
desarrollar un megaproyecto, estén más preocupadas por las condiciones técnicas
del mismo que por las condiciones de su entorno, para lo cual solo se limitan
al Estudio de Impacto Ambiental (EIA)
que para ellas es solo un trámite para obtener la Licencia para operar.
Por esta razón, cuando aparecen
los conflictos, la inexperiencia de las empresas combinada con el afán de no
retrasar sus obras, los lleva a perderse en las mil y una demandas que tienen
las comunidades, muchas de ellas ajenas al proyecto que se desarrolla, ¿y por
qué pasa eso? Por varias razones:
1. La mayoría de los grandes proyectos se
desarrollan en zonas alejadas de los grandes centros urbanos, es decir de zonas
donde el Estado Nacional no ha hecho mucha presencia, zonas que tienen demandas hacia el Estado y que
no han sido resueltas, dicho de otra manera, zonas donde se les ha prometido
mucho y se ha hecho poco o nada.
2. Al llegar las grandes empresas a los territorios,
las comunidades sienten que es su oportunidad para que se le resuelvan muchas
de esas necesidades históricamente insatisfechas; y aunque las empresas no son
el Estado, para las comunidades es como si lo fueran.
3. La necesidad de tener a la comunidad de su lado
para que no se paralicen las obras y una muy mala concepción de la Responsabilidad
Social, conduce a las empresas a realizar todo tipo de acciones, la mayoría asistencialistas,
de manera descoordinada (con los planes de desarrollo de los
municipios, con las necesidades de las comunidades y con las prioridades de la
empresa) que las hace parecerse a aquel nuevo rico que no sabe cómo y con quién
gastarse la plata.
4. Las comunidades identifican rápidamente la
debilidad de su oponente y convierten la relación con la empresa en un chantaje
constante con peticiones que, la mayoría de veces, son injustificadas.
Entonces que hacer para que la
relación empresa-comunidad sea proactiva y benéfica para ambas partes?
1. La empresa debe saber que su entorno no es un obstáculo
ni un requisito. Su entorno es lo que le da sentido a su proyecto. Además de
realizar su EIA debe conocer más su territorio y para ello debe conocer las dinámicas
económicas, sociales y culturales de su Área de Influencia Directa (AID).
2. A partir de ese conocimiento la empresa debe
levantar un Mapa de los Conflictos
que históricamente han vivido estas
comunidades e identificar cuáles de ellos se ahondarán con la ejecución de su
proyecto y cuales nuevos se generarán.
3. Para la gestión de sus conflictos, Empresa y
Comunidad deben entablar un proceso de comunicación franco y abierto donde cada
una de las partes reconoce la legitimidad del otro, su papel y sus alcances en la
contribución de desarrollo social dejando claro cuales asuntos están por fuera
del campo de acción de la empresa por el tipo de proyecto que se ejecuta.
4. La empresa debe tener en cuenta los Planes de Desarrollo de los municipios
donde interviene para que aquellos proyectos, acordados con las comunidades, realmente
contribuyan al mejoramiento de la calidad de vida de sus beneficiaros y sean sostenibles.
5. La empresa debe tener siempre presente que los
asuntos sociales no son un relleno de los proyectos sino la razón de ser de los
mismos y por eso necesitan profesionales idóneos, con el conocimiento y el
entrenamiento necesario para una gestión exitosa.
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