jueves, 16 de mayo de 2019

ESPÍRITU Y NACIÓN


Quisiera escribir sobre algún tema espiritual pero la mente me lleva a la eterna discusión de la política colombiana, que se traduce en violencia armada para muchos, y  que se vive en este país desde los tiempos de la independencia y quizá desde la colonia y la conquista misma.

Cuando nací ya existían las FARC el ELN y el EPL, con mi primer año de vida nació el M-19 y durante mi adolescencia fueron surgiendo otros grupos armados, unos de izquierda, otros  de derecha, otros sin un lugar fijo en el espectro político. Defensores de los pobres decían unos, defensores de sí mismos los otros y defensores del mejor postor otros y después casi todos.

Mi papá, campesino de La Fuente (Zapatoca), pueblo de godos” se casó con mi mamá también campesina pero de la Aguada (Galán), pueblo de  “cachiporros” y ambos tuvieron que “emigrar” a la ciudad por culpa de “la violencia”. Mi papá solía decir que los políticos envenenaban “al pueblo” para que la gente ignorante se matará entre sí mientras ellos departían en los clubes y abrazados, con whisky en mano y fumando puros, se repartían los puestos, los contratos y las tierras. Por eso seguía siendo godo pero no odiaba a los liberales.

En esa época, yo pensaba que eso pasaba –que la gente se matara por ser rojo o azul- porque eran una partida de campesinos iletrados e ignorantes. Hoy, cuarenta años después, parece que las cosas no han cambiado mucho. A pesar del desarrollo tecnológico, especialmente en los sistemas de comunicación, seguimos siendo una sociedad premoderna, ya no una partida de iletrados pero igualmente ignorantes, defendiendo a ciegas las causas de los caudillos, tal cual los siervos defendían a muerte las causas de sus señores feudales (o hacendados en el caso colombiano).

Aunque ya la gente no se mata por un color, si los siguen matando cuando sus ideas ponen en riesgo el statu quo. El conflicto sigue, y los ciudadanos de a pie se apasionan y se enfrentan entre sí, pero con una gran diferencia: en la época de “la violencia” de los años 50’s la gente, campesinos la mayoría, andaba con su “peinilla” (machete pequeño) al cinto y si se encontraban un rojo y un azul era en serio la confrontación y ahí había muerto o por lo menos herido y si salían en “gavilla era a quemar pueblos en serio. Ahora no, por fortuna, la “pelea” es virtual, expresiones comprimidas de odio, indignación, intolerancia, etc., que no pasan de 280 caracteres y si salen en gavilla su máximo logro es que se vuelva una tendencia; y todo ello se queda allí, reposando, mientras los enconados rivales salen a la calle y celebran en los mismos bares, restaurantes, clubes, centros comerciales, etc., gozando por igual de la misma rumba.

Aunque muchos quieren un país como el de antes, para que la gente se mate en los pueblos y veredas mientras ellos se reparten el poder, la tierra y los contratos, ya no se puede, pues el país ha cambiado y un nuevo ciudadano, con aroma de tolerancia y justicia, se asoma para defender sus derechos y procurar una mejor calidad de vida para todos.

Así vivimos, por ahora, y es claro que las redes sociales no aportan mucho a la formación de ese ciudadano ilustrado que todos queremos, pero son un principio para que, así sea a punta de insultos, la palabra este por encima de la eliminación física del otro pues al fin y al cabo siempre tenemos la opción de no leer o bloquear.

Finalmente creo que mi reflexión espiritual es ésta, que es la forma como se desenvuelve el espíritu de nuestra nación.

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