Quisiera escribir sobre algún
tema espiritual pero la mente me lleva a la eterna discusión de la política
colombiana, que se traduce en violencia armada para muchos, y que se vive en este país desde los tiempos de
la independencia y quizá desde la colonia y la conquista misma.
Cuando nací ya existían las FARC
el ELN y el EPL, con mi primer año de vida nació el M-19 y durante mi
adolescencia fueron surgiendo otros grupos armados, unos de izquierda, otros de derecha, otros sin un lugar fijo en el
espectro político. Defensores de los pobres decían unos, defensores de sí
mismos los otros y defensores del mejor postor otros y después casi todos.
Mi papá, campesino de La Fuente
(Zapatoca), pueblo de godos” se casó con mi mamá también campesina pero de la
Aguada (Galán), pueblo de “cachiporros”
y ambos tuvieron que “emigrar” a la ciudad por culpa de “la violencia”. Mi papá
solía decir que los políticos envenenaban “al pueblo” para que la gente
ignorante se matará entre sí mientras ellos departían en los clubes y
abrazados, con whisky en mano y fumando puros, se repartían los puestos, los
contratos y las tierras. Por eso seguía siendo godo pero no odiaba a los
liberales.
En esa época, yo pensaba que eso
pasaba –que la gente se matara por ser rojo o azul- porque eran una partida de
campesinos iletrados e ignorantes. Hoy, cuarenta años después, parece que las
cosas no han cambiado mucho. A pesar del desarrollo tecnológico, especialmente en
los sistemas de comunicación, seguimos siendo una sociedad premoderna, ya no
una partida de iletrados pero igualmente ignorantes, defendiendo a ciegas las
causas de los caudillos, tal cual los siervos defendían a muerte las causas de
sus señores feudales (o hacendados en el caso colombiano).
Aunque ya la gente no se mata por
un color, si los siguen matando cuando sus ideas ponen en riesgo el statu quo. El
conflicto sigue, y los ciudadanos de a pie se apasionan y se enfrentan entre sí,
pero con una gran diferencia: en la época de “la violencia” de los años 50’s la
gente, campesinos la mayoría, andaba con su “peinilla” (machete pequeño) al
cinto y si se encontraban un rojo y un azul era en serio la confrontación y ahí
había muerto o por lo menos herido y si salían en “gavilla era a quemar pueblos
en serio. Ahora no, por fortuna, la “pelea” es virtual, expresiones comprimidas
de odio, indignación, intolerancia, etc., que no pasan de 280 caracteres y si
salen en gavilla su máximo logro es que se vuelva una tendencia; y todo ello se
queda allí, reposando, mientras los enconados rivales salen a la calle y
celebran en los mismos bares, restaurantes, clubes, centros comerciales, etc., gozando
por igual de la misma rumba.
Aunque muchos quieren un país
como el de antes, para que la gente se mate en los pueblos y veredas mientras
ellos se reparten el poder, la tierra y los contratos, ya no se puede, pues el país
ha cambiado y un nuevo ciudadano, con aroma de tolerancia y justicia, se asoma
para defender sus derechos y procurar una mejor calidad de vida para todos.
Así vivimos, por ahora, y es
claro que las redes sociales no aportan mucho a la formación de ese ciudadano
ilustrado que todos queremos, pero son un principio para que, así sea a punta
de insultos, la palabra este por encima de la eliminación física del otro pues al
fin y al cabo siempre tenemos la opción de no leer o bloquear.
Finalmente creo que mi reflexión
espiritual es ésta, que es la forma como se desenvuelve el espíritu de nuestra
nación.
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