viernes, 19 de septiembre de 2025

EL HOMBRE, EL MEDICO Y EL COCODRILO.

 A Jaime Calderón Herrera: un médico que navega entre cocodrilos

 “Un hombre va al médico y le dice que tiene miedo porque debajo de su cama hay un cocodrilo que se lo va a comer. El médico le responde que esté tranquilo, que es solo su imaginación. Pasan los días, y el hombre vuelve con la misma historia: que debajo su cama está el cocodrilo. El médico repite lo mismo: es imaginario. Una y otra vez ocurre lo mismo: el hombre insiste en el cocodrilo y el médico insiste en negarlo.

Un día, el médico, paseando por la ciudad, se percata de que está cerca del barrio donde vivía aquel paciente y como hace tiempo que no lo ve en el consultorio, decide pasar a saludar. Toca el timbre y la esposa abre la puerta. El médico pregunta por el fulano, y ella responde: ¡Ay doctor!, imagínese que se lo comió un cocodrilo que había debajo de la cama”.

 

Aquel hombre se consume en la vigilia interminable de su miedo mientras el médico se aferra a la claridad de lo medible, de aquello que solo cabe en la geometría implacable de su razón. Pero  ¿qué es más real, el animal que no puede ser probado o la certeza que desvela los sueños? La angustia del hombre, tan concreta como el bisturí del médico, pertenece a un universo paralelo donde la razón no penetra y donde toda verdad no es más que la forma en que cada cual nombra a su propio abismo.

 

En el fondo, los dos dialogan con el absurdo. El médico intenta exorcizarlo con la negación y el hombre lo enfrenta con la fe obstinada en su propio temor, mientras el absurdo, como un dios discreto, se ríe de ambos porque no necesita existir para imponerse.

 

El cocodrilo se consume en lo inevitable y nos arroja una verdad más inquietante: no sabemos si lo que nos destruye proviene del mundo exterior o de nuestras propias entrañas. Tal vez lo que llamamos destino no sea más que la persistencia de una idea y lo que llamamos fe, miedo o imaginación sean nombres distintos para una misma fuerza que nos habita y que al final nos devora.

 

Aquí la cama es un altar: arriba el cuerpo que busca descanso, abajo la criatura que acecha. Entre ambos espacios transcurre la vida, suspendida entre la razón, el miedo y el misterio.  Tal vez bajo cada cama, y bajo cada certeza, se agita el espíritu de un cocodrilo invisible, y lo único que podemos hacer sea no negarlo ni vencerlo, sino aprender a vivir con la respiración de su sombra… pues mientras escribo estas líneas, no puedo evitar mirar de reojo el silencio que grita debajo de mi cama.




1 comentario:

Anónimo dijo...

Por eso, lo que nos preocupa, estará 100 veces más caótico en nuestra mente, que lo que ocurre en la realidad.