Ella, nació en primavera, un 21 de abril de 1926. Su padre, Jorge VI, y su madre, la Reina Madre, duques de York. Recibió una instrucción en historia, derecho constitucional, arte y música en el Palacio de Buckingham y en el Castillo de Windsor a cargo de preceptores privados. Con apenas 25 años, fue proclamada reina del Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte, y el 2 de junio de 1953 fue solemnemente coronada en Westminster como cuarto soberano de la casa de Windsor.
El, nació algún día del mes de abril de 1965. No sabe de su padre, su madre se rebuscaba en lo que fuera. Es el quinto de siete hermanos y no tuvo la oportunidad de asistir a la escuela. Escasamente sabe leer y muy poco escribir. De niño le tocó rebuscarse: en la plaza de mercado, como cotero; en los talleres de mecánica, lavando tuercas; o en oficios varios. En su juventud probó las drogas y el alcohol en grandes cantidades, a los 24 años lo capturaron por robo, fue a la cárcel, esa fue su graduación.
Ella, entre sus prerrogativas inaugura el Parlamento tras las elecciones con la lectura del programa del partido vencedor, recibe en audiencia al primer ministro una vez por semana, concede las órdenes de la Jarretera y del Cardo y nombra a los caballeros. Es asimismo cabeza de la Iglesia de Inglaterra y comandante en jefe del Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea reales, además de ostentar la condición de coronel en jefe de todos los regimientos de la Guardia Real y del cuerpo de Ingenieros Reales, y de capitán general del Regimiento de Artillería Real.
El, abandonando su casa y su ciudad natal, se marchó en busca de la suerte a una ciudad más grande. Ahora no tiene casa, ni madre, hermanos ni perro que le ladre. Ha intentado vender cositas en los buses, en la calle, pero parece invisible, todos pasan sin mirarlo, “de pronto les roba algo”; de vez en cuando alguien se detiene y lo insulta: “trabaje vago”; otros cuchichean a su paso: “pide es para gastárselo en marimba”. Duerme en la calle, de día para que no lo maten, nadie lo ve, a nadie le importa. De vez en cuando un alma caritativa le regala algo de comida o una ropa vieja.
Ella, Considerada la mujer más rica del mundo, es el símbolo de la aristocracia europea, del glamour y las buenas maneras.
El, un miserable más en los registros de estadística del DANE. Es el resultado de la ignorancia, la discriminación, la violencia y la corrupción.
Ella y El son seres Humanos, son personas. Ella podrá ser más rica, estudiada, importante y poderosa que El, pero ambos son IGUALES en DIGNIDAD. Ese es el principio de los Derechos Humanos que ella proclama y el reclama.
La Dignidad Humana es un valor supremo que podemos descubrir en nosotros o podemos verlo en los demás. Pero ni podemos otorgarlo ni está en nuestra mano retirárselo a alguien. Se nos presenta como una llamada al respeto incondicionado y absoluto. Un respeto que debe extenderse a todos los que lo poseen: a todos los seres humanos.
Por eso, no hay ninguna razón para que un funcionario o servidor público, se refiera a personas como El, de manera despectiva, llamándolo “desechable” y mientras tanto viva “lamiendo las botas” de aquel que le dio el puestico.
El, nació algún día del mes de abril de 1965. No sabe de su padre, su madre se rebuscaba en lo que fuera. Es el quinto de siete hermanos y no tuvo la oportunidad de asistir a la escuela. Escasamente sabe leer y muy poco escribir. De niño le tocó rebuscarse: en la plaza de mercado, como cotero; en los talleres de mecánica, lavando tuercas; o en oficios varios. En su juventud probó las drogas y el alcohol en grandes cantidades, a los 24 años lo capturaron por robo, fue a la cárcel, esa fue su graduación.
Ella, entre sus prerrogativas inaugura el Parlamento tras las elecciones con la lectura del programa del partido vencedor, recibe en audiencia al primer ministro una vez por semana, concede las órdenes de la Jarretera y del Cardo y nombra a los caballeros. Es asimismo cabeza de la Iglesia de Inglaterra y comandante en jefe del Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea reales, además de ostentar la condición de coronel en jefe de todos los regimientos de la Guardia Real y del cuerpo de Ingenieros Reales, y de capitán general del Regimiento de Artillería Real.
El, abandonando su casa y su ciudad natal, se marchó en busca de la suerte a una ciudad más grande. Ahora no tiene casa, ni madre, hermanos ni perro que le ladre. Ha intentado vender cositas en los buses, en la calle, pero parece invisible, todos pasan sin mirarlo, “de pronto les roba algo”; de vez en cuando alguien se detiene y lo insulta: “trabaje vago”; otros cuchichean a su paso: “pide es para gastárselo en marimba”. Duerme en la calle, de día para que no lo maten, nadie lo ve, a nadie le importa. De vez en cuando un alma caritativa le regala algo de comida o una ropa vieja.
Ella, Considerada la mujer más rica del mundo, es el símbolo de la aristocracia europea, del glamour y las buenas maneras.
El, un miserable más en los registros de estadística del DANE. Es el resultado de la ignorancia, la discriminación, la violencia y la corrupción.
Ella y El son seres Humanos, son personas. Ella podrá ser más rica, estudiada, importante y poderosa que El, pero ambos son IGUALES en DIGNIDAD. Ese es el principio de los Derechos Humanos que ella proclama y el reclama.
La Dignidad Humana es un valor supremo que podemos descubrir en nosotros o podemos verlo en los demás. Pero ni podemos otorgarlo ni está en nuestra mano retirárselo a alguien. Se nos presenta como una llamada al respeto incondicionado y absoluto. Un respeto que debe extenderse a todos los que lo poseen: a todos los seres humanos.
Por eso, no hay ninguna razón para que un funcionario o servidor público, se refiera a personas como El, de manera despectiva, llamándolo “desechable” y mientras tanto viva “lamiendo las botas” de aquel que le dio el puestico.
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