Hijo de una generación de colombianos que padeciendo la violencia bipartidista de los años cuarenta y cincuenta tuvo que abandonar el campo para hacer su vida en la ciudad. Joven andariego, mujeriego y tomador, después esposo y padre responsable.
Oriundo de La Fuente, en el municipio de Zapatoca, tuvo que hacer su vida laboral en Barrancabermeja, como un obrero más de los miles que entregaron su fuerza y su sapiencia para construir la empresa más grande de los colombianos: ECOPETROL. Empresa que para llegar a Ser lo que Es, dejó muchos muertos por la malaria y las luchas sindicales, trasnochos, sobre-tiempo y fines de semana. Una empresa que sin duda ha sido la piedra angular en la formación y desarrollo de una ciudad que orgullosamente se llama a sí misma “el puerto petrolero de Colombia”.
Su legado son Diez (10) hijos formados en medio de primos, paisanos y compadres, en un clima promedio de 35 grados. En ellos se concentró todos sus esfuerzos, en procurar una buena calidad de vida: estudio, ropa, recreación y por sobre todo valores; allí invirtió no solo sus sueldos, cesantías, primas y vacaciones, sino todo su amor, cariño y comprensión, al lado de su inseparable y paciente esposa.
Sin duda un hombre de su época, producto del bipartidismo político; conservador laureanista y fiel seguidor del general Rojas Pinilla; además un típico santandereano que utiliza expresiones costeñas y que a pesar de ser formado en los principios de la estructura patriarcal formó a sus hijos en la idea de “valerse por si mimos” y por eso les enseño a hombres y mujeres a barrer, trapear, lavar loza, lavar ropa, planchar, coser, pegar botones, no andar sin plata en el bolsillo y trabajar honestamente para dormir tranquilo. Un hombre sin estudio que les inculco a sus hijos el valor de las letras y la importancia de los números; que supo aplicar de manera astuta, en su modesto negocio de pensionado, los principios de la Gerencia Estratégica por los que hoy pagan los jóvenes profesionales millonarias sumas en los programas de postgrado.
Un Hombre de gran sabiduría que siempre alentó y motivo a sus hijos para cumplir sus sueños (no los de él) y por eso exhibe con orgullo, a propios y extraños, sus cartones de grado: el filosofo, el ingeniero químico, la empresaria, el matemático, la licenciada en preescolar, las comunicadoras sociales, el sociólogo, el ingeniero de sistemas, el contador y la hija por adopción que pronto se recibirá como ingeniera de sistemas.
Ha dado la bendición a cada de uno de sus hijos en el momento crucial de abandonar la casa paterna para formar sus propios hogares, y aun así seguir siendo el soporte y la compañía incondicional de todos, en los momentos difíciles de la situación económica, la enfermedad o las crisis emocionales. Hombre alegre y amigo de la fiesta, la vida le ha permitido ver el florecimiento de veinte nietos que le expresan de manera franca y desprevenida su cariño y amor infantil.
Sin embargo, las consecuencias de una vida llena de esfuerzos y marcada con el flagelo de la diabetes, hoy lo muestran cansado y abatido, con el andar lento como si recién hubiera llegado de una batalla. Ha perdido la fuerza y sabe que pronto Dios lo quiere en su presencia. Este Hombre, que ha cargado en sus espaldas el peso de ser colombiano y que ha contribuido con su granito de arena en el progreso y desarrollo de esta Nación, de batallar silencioso, como millones de colombianos, es mi HOMBRE DEL AÑO, este Hombre es MI PADRE: Gilberto Vecino Aldana.
Oriundo de La Fuente, en el municipio de Zapatoca, tuvo que hacer su vida laboral en Barrancabermeja, como un obrero más de los miles que entregaron su fuerza y su sapiencia para construir la empresa más grande de los colombianos: ECOPETROL. Empresa que para llegar a Ser lo que Es, dejó muchos muertos por la malaria y las luchas sindicales, trasnochos, sobre-tiempo y fines de semana. Una empresa que sin duda ha sido la piedra angular en la formación y desarrollo de una ciudad que orgullosamente se llama a sí misma “el puerto petrolero de Colombia”.
Su legado son Diez (10) hijos formados en medio de primos, paisanos y compadres, en un clima promedio de 35 grados. En ellos se concentró todos sus esfuerzos, en procurar una buena calidad de vida: estudio, ropa, recreación y por sobre todo valores; allí invirtió no solo sus sueldos, cesantías, primas y vacaciones, sino todo su amor, cariño y comprensión, al lado de su inseparable y paciente esposa.
Sin duda un hombre de su época, producto del bipartidismo político; conservador laureanista y fiel seguidor del general Rojas Pinilla; además un típico santandereano que utiliza expresiones costeñas y que a pesar de ser formado en los principios de la estructura patriarcal formó a sus hijos en la idea de “valerse por si mimos” y por eso les enseño a hombres y mujeres a barrer, trapear, lavar loza, lavar ropa, planchar, coser, pegar botones, no andar sin plata en el bolsillo y trabajar honestamente para dormir tranquilo. Un hombre sin estudio que les inculco a sus hijos el valor de las letras y la importancia de los números; que supo aplicar de manera astuta, en su modesto negocio de pensionado, los principios de la Gerencia Estratégica por los que hoy pagan los jóvenes profesionales millonarias sumas en los programas de postgrado.
Un Hombre de gran sabiduría que siempre alentó y motivo a sus hijos para cumplir sus sueños (no los de él) y por eso exhibe con orgullo, a propios y extraños, sus cartones de grado: el filosofo, el ingeniero químico, la empresaria, el matemático, la licenciada en preescolar, las comunicadoras sociales, el sociólogo, el ingeniero de sistemas, el contador y la hija por adopción que pronto se recibirá como ingeniera de sistemas.
Ha dado la bendición a cada de uno de sus hijos en el momento crucial de abandonar la casa paterna para formar sus propios hogares, y aun así seguir siendo el soporte y la compañía incondicional de todos, en los momentos difíciles de la situación económica, la enfermedad o las crisis emocionales. Hombre alegre y amigo de la fiesta, la vida le ha permitido ver el florecimiento de veinte nietos que le expresan de manera franca y desprevenida su cariño y amor infantil.
Sin embargo, las consecuencias de una vida llena de esfuerzos y marcada con el flagelo de la diabetes, hoy lo muestran cansado y abatido, con el andar lento como si recién hubiera llegado de una batalla. Ha perdido la fuerza y sabe que pronto Dios lo quiere en su presencia. Este Hombre, que ha cargado en sus espaldas el peso de ser colombiano y que ha contribuido con su granito de arena en el progreso y desarrollo de esta Nación, de batallar silencioso, como millones de colombianos, es mi HOMBRE DEL AÑO, este Hombre es MI PADRE: Gilberto Vecino Aldana.
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