sábado, 1 de marzo de 2008

INCIDENCIA POLITICA

El propósito de algunas organizaciones sociales, que se han desarrollado con la misión de aportar elementos de cambio para la transformación social positiva de las regiones y del país, desde algún campo de la acción pública, es el de tener incidencia política; es decir, que los temas de los proyectos que ejecutan se consoliden y sean parte de la agenda de los Consejos Municipales, la Asamblea Departamental y en consecuencia figuren en los planes de Desarrollo de los municipios y/o el Departamento y tengan continuidad más allá de los gobiernos; es decir, que se transformen en una Política Pública.

Sin embargo, es común la queja constante de ong’s y grupos de ciudadanos, ante el gran fracaso de muchos proyectos por la falta de continuidad, pues es bien sabido que las ong’s cumplen hasta donde alcanza el presupuesto y las decisiones estructurales se toman en las instancias de Poder. Los proyectos se quedan a mitad de camino, con un impacto muy leve sobre la población beneficiaria y casi nulo sobre el resto de la sociedad.

Gran parte de este fracaso es por la ausencia de canales de comunicación entre quienes ejercen el poder político en el municipio y la región (Alcaldes y gobernadores), la academia (grupos de investigación) y quienes han hecho de su trabajo una auténtica vocación por la transformación social positiva (las ong’s) para definir un camino o agenda, con unidad de criterio y competencia comunicativa, con un horizonte compartido y hablar todos con el mismo lenguaje y saber qué es cada cosa en determinado momento y contexto.

Algunos dirán que para eso es el Plan de Desarrollo, cosa que debería ser pero no es, pues nuestros municipios y regiones han visto “desfilar” planes de Desarrollo (participativos) desde hace muchos años y el problema sigue igual. El tema pasa por la capacidad de incidencia política de las ong’s y la voluntad política; es decir, por la apertura y actitud de un gobernante y de la iniciativa y liderazgo de la sociedad civil organizada para proponer soluciones duraderas.

Sin embargo, aun estamos muy distantes de llegar a algo parecido, pues los proyectos, especialmente los del campo social, no se desarrollan sobre una necesidad sino sobre un presupuesto. Me explico, no es sobre una necesidad identificada y unos estudios serios (diagnósticos y líneas de base) que se diseñan los proyectos; por el contrario lo primero que se mira es cuanta plata hay para pagarle a alguien que haga algo (un ‘proyectico’ de dos o tres meses), pues para muchos servidores públicos el presupuesto no es para invertir sino para gastar.

Entonces dónde queda el Estado Social de Derecho si minimamente los funcionarios y contratistas no comparten la idea, o parten de la base, de que todo proyecto (de ingeniería civil, de desarrollo tecnológico, educativo o de salud) gira sobre el eje de la Dignidad de las personas, es decir de la satisfacción de necesidades, o mejor aun del reconocimiento de los Derechos Humanos. Carreteras, puentes, computadores, hospitales o incluso el asistencialismo solo tienen sentido cuando vemos a través de ello la dimensión humana: el derecho a la vida, al trabajo, a la salud, a la educación, a la recreación, etc.

Los Derechos Humanos no deben ser vistos como una expresión ideológica sino como el propósito del Estado Social de Derecho y los gobiernos locales y regionales deben fortalecer su apuesta por el Desarrollo logrando que la sociedad civil organizada tenga una auténtica incidencia política.

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