Desde la antigüedad el ser humano se ha preguntado sobre su origen, esencia y trascendencia, tratando de encontrar un Sentido a su vida, ello dio origen a la filosofía. Los primero filósofos, de occidente, se ocuparon por encontrar la esencia de las cosas, El Ser del Ente, y la encontraron según sus razonamientos en el Agua, el Fuego, el Número o las homeomerías. Posteriormente con Sócrates –“solo sé, que nada sé”- y los subsiguientes, la filosofía se centró en el Hombre, su esencia y la fuente del conocimiento: el idealismo (después racionalismo) y el empirismo –“Nada hay en el entendimiento que no haya pasado antes por los sentidos”.
Esta forma de la filosofía perduró como principio del oficio de filósofo, nutriendo y nutriéndose del Cristianismo, pero la época Moderna retoma los principios de la filosofía para establecer un código ético secular que lo diferencie de la imagen religiosa construida y fortalecida en el medioevo. La RAZON se levantó como dueña y señora de la Acción Humana –“pienso, luego existo”- y desde ella se decantaron los códigos de la ética y la moral moderna:"Obra sólo de forma que puedas desear que la máxima de tu actuación se convierta en una ley universal"
Sentado en ese trono racional, el ciudadano ilustrado mira con cierto desdén al latinoamericano común, pobre, folklórico y mamagallista, que al resultarle incomprensible según sus valores, lo califica fácilmente como sub-desarrollado.
De otro lado, por virtud de la misma razón, surgieron otras expresiones del pensamiento que ponen el Sentido de lo Humano en ámbitos No racionales: la líbido, la angustia, el deseo o el pregonado por muchos y temido por otros materialismo dialéctico, que prescindía de la religión por considerarla “el opio del pueblo” y promovía una idea de justicia social según la cual “de cada uno según su habilidad, para cada uno según su necesidad”.
También desde esa otra orilla, esta realidad latinoamericana, resulta incomprensible pues las personas no actúan (o reaccionan) como han sentenciado los manuales y cartillas diseñadas especialmente para las clases oprimidas; entonces se les compadece y los tildan de enajenados.
Unos y otros han renegado de esta realidad que se empecina en “hacerle trampa” a los modelos teóricos, paradigmas y metodologías, y que, según ellos, por eso “están como están”. Y aunque algunos se han acercado a una comprensión de esta realidad, dura, caótica y enigmática, o híbrida y mágica, a través de la literatura, la música y hasta la teología, pocos han podido adentrarse en sus entrañas.
Entonces, ¿cuál es el principio (filosófico) que orienta y da Sentido a la acción de esta mayoría de empobrecidos latinoamericanos, que tienen que recurrir a estrambóticas artimañas para sobre-vivir y creer que se tiene una vida? No lo sé, pero puede reflejarse con claridad en el modo de vida de “Don Ramón”, el popular personaje de la comedia latinoamericana que nunca pudo pagar 14 meses de renta y debía recurrir a ese rebusque a que, las mayorías, se ven obligadas porque irremediablemente saben que “Cuando la Pobreza Acosa, La Vergüenza Afloja”.
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