jueves, 12 de febrero de 2009

EL AGUAFIESTAS

La anhelada liberación del ex gobernador del Meta, Alan Jara, se convirtió para muchos en una piedra en el zapato. Apareció como aquel invitado a la cena de navidad que se ‘tira’ la noche trayendo a colación la hambruna en el mundo y los problemas sociales. Dicho de otra manera Alan Jara se convirtió en el aguafiestas para aquellos que viven enajenados en la ideología del ‘todo va bien’.

Nadie esperaba que las primeras declaraciones, del ex gobernador liberado, acerca del gobierno actual y de la seguridad democrática fueran para cuestionar los alcances y fortalezas de esta misma y la responsabilidad del gobierno en la liberación de los secuestrados. De inmediato salieron a cuestionar la estabilidad mental del ex secuestrado y plantear hipótesis sobre su desequilibrio emocional y síquico. Sin embargo, las declaraciones de Jara no son las de un ‘loquito’ sino las de una persona que durante siete años tuvo la oportunidad de reflexionar sobre el valor de la vida y el papel del Estado, desde un lugar muy distante de la academia y el confort de los clubes sociales.

Es cierto que la política de ‘seguridad democrática’ ha golpeado duramente a la insurgencia armada y le ha dado al país mayor confianza en sus instituciones y a los extranjeros confianza inversionista. Desde el punto de vista del orden público el país es otro; hoy nadie duda en calificar a las FARC como una banda de narcotraficantes armados y terroristas con alguna pretensión política que no tiene eco entre los ciudadanos. Porque todos sabemos esto, no es necesario insistir que se debe reeligir la seguridad democrática, cualquiera que llegue a la Presidencia no puede prescindir de esas banderas sino de mejorarlas, es decir ir un poco más allá de esa letanía.

Por esta razón los cuestionamientos de Alan deberían tomarse como criticas constructivas y no como simples desvaríos. Decir que “si la Seguridad Democrática es tan fuerte no tiene porque tambalear por un acuerdo humanitario” no parece un disparate sino un serio cuestionamiento al papel del gobierno en la liberación de los secuestrados y una propuesta a la política de paz más allá de la confrontación armada y la idea de aniquilar al enemigo por medio de la guerra.

Las declaraciones del ex gobernador del meta, desafortunadas para unos y afortunadas para otros, han puesto nuevamente el conflicto armado en el centro de la política Nacional, pues pone en evidencia que si bien las FARC están debilitadas no están derrotadas, que el país es más que guerrilla, y que los problemas estructurales relacionados con la pobreza, el desempleo y la injusticia (vías en mal estado, desnutrición, baja calidad educativa, entre otros) son los grandes retos de un gobierno post-uribe, porque en estos dos quedaron como asignaturas pendientes.

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