La imagen de un profesor de educación básica que agrede físicamente a una joven en un partido de voleibol, mostrada el fin de semana en el noticiero del canal uno “noticias uno”, no es un asunto menor si se tienen en cuenta algunos factores asociados con el hecho:
1. Los derechos de los niños están por encima de los demás.
2. El agresor no es cualquier persona, es un educador - un “maestro”.
3. Además de ser educador no lo es de cualquier materia, además de entrenador, dicen que esta formado en la filosofía.
Detengámonos un momento en cada uno de estos enunciados:
1. Cuando se dice que los derechos de los niños están por encimas de los demás, se reconoce en el infante un sujeto vulnerable que requiere de los adultos su amor, protección y cuidado para tener un desarrollo integral como ser humano. Así lo estipula la ley de infancia y la adolescencia y la constitución política de Colombia: “la familia, la sociedad y el Estado tienen la obligación de asistir y proteger al niño para garantizar su desarrollo armónico e integral y el ejercicio pleno de sus derechos”.
2. El docente no es solo quien orienta el aprendizaje de los niños en áreas del conocimiento o del desarrollo físico, como en este caso. Además es un modelo de persona, una referencia para el niño o niña que aprende desde esa relación pedagógica los valores y actitudes que determinaran su postura frente a sí mismo y los otros. En el contexto escolar las acciones extracurriculares sirven como refuerzo del acto pedagógico; no son un fin en sí mismas. La pertenencia a un equipo de voleibol debe interpretarse como la oportunidad de comprender el sentido de trabajar en equipo, ser competitivo y reafirmar autoestima, liderazgo y otros valores.
3. De quienes han transitado por los caminos de la filosofía occidental fundada en los principios de la razón pura hasta asomar por la razón comunicativa, se espera que sean personas lentas a la ira y ágil en la reflexión, sobre todo cuando no se es el aprendiz sino el guía. No es propio de filósofos, después de dilucidar largamente sobre los sentidos del pensamiento simbólico, actuar por instinto para reflexionar después.
Se ha sabido que la niña maltratada y la madre han “perdonado” al maestro agresor. Sin embargo creo que por tratarse de un suceso que se ha expuesto al público a través de los medios de comunicación, pero por sobre todo que ocurre en el marco de una institución educativa de carácter público, el colegio debe dar una explicación de la conducta del maestro y las medidas que se han de tomar para que situaciones como esta no vuelvan a ocurrir.
La sociedad que queremos no solo requiere de personas hábiles y competitivas, sino también respetuosas y consecuentes, que actúen en la ética de la responsabilidad y no en esa difusa y cómoda ética del perdón que, casi siempre, termina premiando al agresor y castigando a la victima. En Colombia sobran los ejemplos.
1. Los derechos de los niños están por encima de los demás.
2. El agresor no es cualquier persona, es un educador - un “maestro”.
3. Además de ser educador no lo es de cualquier materia, además de entrenador, dicen que esta formado en la filosofía.
Detengámonos un momento en cada uno de estos enunciados:
1. Cuando se dice que los derechos de los niños están por encimas de los demás, se reconoce en el infante un sujeto vulnerable que requiere de los adultos su amor, protección y cuidado para tener un desarrollo integral como ser humano. Así lo estipula la ley de infancia y la adolescencia y la constitución política de Colombia: “la familia, la sociedad y el Estado tienen la obligación de asistir y proteger al niño para garantizar su desarrollo armónico e integral y el ejercicio pleno de sus derechos”.
2. El docente no es solo quien orienta el aprendizaje de los niños en áreas del conocimiento o del desarrollo físico, como en este caso. Además es un modelo de persona, una referencia para el niño o niña que aprende desde esa relación pedagógica los valores y actitudes que determinaran su postura frente a sí mismo y los otros. En el contexto escolar las acciones extracurriculares sirven como refuerzo del acto pedagógico; no son un fin en sí mismas. La pertenencia a un equipo de voleibol debe interpretarse como la oportunidad de comprender el sentido de trabajar en equipo, ser competitivo y reafirmar autoestima, liderazgo y otros valores.
3. De quienes han transitado por los caminos de la filosofía occidental fundada en los principios de la razón pura hasta asomar por la razón comunicativa, se espera que sean personas lentas a la ira y ágil en la reflexión, sobre todo cuando no se es el aprendiz sino el guía. No es propio de filósofos, después de dilucidar largamente sobre los sentidos del pensamiento simbólico, actuar por instinto para reflexionar después.
Se ha sabido que la niña maltratada y la madre han “perdonado” al maestro agresor. Sin embargo creo que por tratarse de un suceso que se ha expuesto al público a través de los medios de comunicación, pero por sobre todo que ocurre en el marco de una institución educativa de carácter público, el colegio debe dar una explicación de la conducta del maestro y las medidas que se han de tomar para que situaciones como esta no vuelvan a ocurrir.
La sociedad que queremos no solo requiere de personas hábiles y competitivas, sino también respetuosas y consecuentes, que actúen en la ética de la responsabilidad y no en esa difusa y cómoda ética del perdón que, casi siempre, termina premiando al agresor y castigando a la victima. En Colombia sobran los ejemplos.
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