Al conmemorar veinte años de la muerte de Luis Carlos Galán, el mismo año en que la Constitución Política llega a su mayoría de edad, vale la pena hacer algunas reflexiones en torno al proceso de maduración política que hemos tenido que sobrellevar los colombianos del común, envueltos en una histórica mezcla entre la acción política y la violencia armada. ¿Por cuánto tiempo más podremos seguir siendo indiferentes y pensar que lo que pasa en el país político no tiene nada que ver con esta especie de locura colectiva que tiene a la mayoría de colombianos viviendo en los linderos de la pobreza y la miseria?
Los jóvenes que hoy tienen 20 años, nacieron en una sociedad que se abre paso en medio de una violencia armada sin ideales y permeada del narcotráfico; la generación de colombianos que estamos alrededor de los 40 años hace veinte sufrimos la guerra sucia de los sicarios pagados por aquella terrible alianza entre narcotraficantes y paramilitares de un lado y de un gran número de grupos insurgentes por otro; la generación que hoy vive alrededor de los 70 años, les toco sufrir la violencia –partidista- demencial de los años cincuenta. Esta generación observó como su clase política puso fin a la confrontación mediante un pacto para alternarse el poder entre liberales y conservadores, dejando una parte de colombianos al margen de esa decisión, lo que propició la transformación de la violencia partidista en guerra de guerrillas que –después de muchos muertos- propició un nuevo pacto social que se concretó en la Constitución Política de 1991; sin embargo la gran preocupación de Galán, de que las mafias del narcotráfico y el paramilitarismo permearan la clase política es hoy una realidad tan evidente que hay un buen número congresistas en la cárcel por esa razón y muchos otros funcionarios públicos y políticos señalados, investigados y enjuiciados.
Entonces, ¿qué nos queda por hacer hoy? ¿De qué manera es posible que la generación que se hizo madura con las ideas de Galán y la que creció como semillas entre espinas, no nos dejemos ahogar por la politiquería y le apostemos a la transformación de la política colombiana, rompiendo el círculo del clientelismo y de las alianzas del narco-paramilitarismo y de la narco-guerrilla con algunos sectores de la clase política?
Tal vez, si todos aquellos que salimos a marchar el 4 de febrero de 2007, rechazando el secuestro, a las farc y a la violencia armada en general, hiciéramos lo mismo en las elecciones del próximo año, alzando nuestra voz y castigando con a voto limpio a aquellos que se dicen representantes del pueblo pero que en el congreso nunca hablan, nunca proponen y solo se dejan ver en tiempos electorales (regalando lechonas y aguardiente) y premiando a los que hacen un buen trabajo y eligiendo a personas capaces y responsables.
Recuerdo que antes -y también después- de la marcha del 4-F muchos se preguntaban si eso servía de algo, y creo que la respuesta es SI. Estamos llamados a hacer de esas voces una acción política concreta en el acto de votar. De esta manera estaremos dando muestras de madurez política y así las muertes de Gaitán, Galán, Pizarro, Jaramillo y tantos otros sacrificados por su sintonía con el pueblo y su sentido de la acción política responsable, no habrá sido en balde si no que recobrarían mucho sentido y sin duda nos llenaría de mucho orgullo saber que con nuestra decisión forjamos el futuro que nos merecemos y heredaremos a nuestros hijos.
Los jóvenes que hoy tienen 20 años, nacieron en una sociedad que se abre paso en medio de una violencia armada sin ideales y permeada del narcotráfico; la generación de colombianos que estamos alrededor de los 40 años hace veinte sufrimos la guerra sucia de los sicarios pagados por aquella terrible alianza entre narcotraficantes y paramilitares de un lado y de un gran número de grupos insurgentes por otro; la generación que hoy vive alrededor de los 70 años, les toco sufrir la violencia –partidista- demencial de los años cincuenta. Esta generación observó como su clase política puso fin a la confrontación mediante un pacto para alternarse el poder entre liberales y conservadores, dejando una parte de colombianos al margen de esa decisión, lo que propició la transformación de la violencia partidista en guerra de guerrillas que –después de muchos muertos- propició un nuevo pacto social que se concretó en la Constitución Política de 1991; sin embargo la gran preocupación de Galán, de que las mafias del narcotráfico y el paramilitarismo permearan la clase política es hoy una realidad tan evidente que hay un buen número congresistas en la cárcel por esa razón y muchos otros funcionarios públicos y políticos señalados, investigados y enjuiciados.
Entonces, ¿qué nos queda por hacer hoy? ¿De qué manera es posible que la generación que se hizo madura con las ideas de Galán y la que creció como semillas entre espinas, no nos dejemos ahogar por la politiquería y le apostemos a la transformación de la política colombiana, rompiendo el círculo del clientelismo y de las alianzas del narco-paramilitarismo y de la narco-guerrilla con algunos sectores de la clase política?
Tal vez, si todos aquellos que salimos a marchar el 4 de febrero de 2007, rechazando el secuestro, a las farc y a la violencia armada en general, hiciéramos lo mismo en las elecciones del próximo año, alzando nuestra voz y castigando con a voto limpio a aquellos que se dicen representantes del pueblo pero que en el congreso nunca hablan, nunca proponen y solo se dejan ver en tiempos electorales (regalando lechonas y aguardiente) y premiando a los que hacen un buen trabajo y eligiendo a personas capaces y responsables.
Recuerdo que antes -y también después- de la marcha del 4-F muchos se preguntaban si eso servía de algo, y creo que la respuesta es SI. Estamos llamados a hacer de esas voces una acción política concreta en el acto de votar. De esta manera estaremos dando muestras de madurez política y así las muertes de Gaitán, Galán, Pizarro, Jaramillo y tantos otros sacrificados por su sintonía con el pueblo y su sentido de la acción política responsable, no habrá sido en balde si no que recobrarían mucho sentido y sin duda nos llenaría de mucho orgullo saber que con nuestra decisión forjamos el futuro que nos merecemos y heredaremos a nuestros hijos.
1 comentario:
Cordial saludo.
Aplaudo su valentía al tratar temas que para muchos de nosotros parecen vedados y que solo tocamos en nuestro círculo.
A propósito del tema de su comentario, yo me atrevería a decir - con cierto conocimiento de causa - que los colombianos adolecemos de memoria, que el tema de las marchas y las camisetas blancas, muchos colombianos - al menos los que veo al mi alrededeor - lo toman como lo "in" del momento, sin detenerse a pensar el verdadero sentido de su acción, es un día de jooging, de estirar las piernas, de hacer ejercicio, de sentirse light. Tristeza da que, quienes en las marchas por la paz se rasgan las vestiduras por el gobierno actual, son los mismos que se roban el IVA, los que compran en sanandresito, los que apoyan la vida cómoda al menor precio. Yo replantería la discusión: En verdad El pueblo colombiano ha adquirido madurez política? ... nuestros jóvenes? permítame dudarlo, estamos en una época en que lograr el objetivo al menor esfuerzo, sin importar los medios y sin importar el prójimo es lo que vale.
Sus líneas me llegan por Alberto, quien llegó a oxigenar un poco a esta anquilosada DIAN.
Luis C. Silva C.
Publicar un comentario