lunes, 16 de noviembre de 2009

LAS PALABRAS Y LAS COSAS

La filosofía del lenguaje nos ha mostrado que el significado de las palabras no esta, necesariamente, circunscrito a su sentido original o referencia material; las palabras también tienen un significado según el uso que se les da en una oración y de acuerdo al contexto; o en correspondencia con las condiciones de validez en el mundo social o material; o de acuerdo con la intención del hablante. En el lenguaje común sabemos cuando estamos hablando de manera literal o en sentido figurado, también hemos aprendido a reconocer la intención del hablante e interpretar lo que en apariencia puede ser un saludo como una autentica ofensa.

Cuando hay una referencia directa de lo que se dice con algo en el mundo material el significado es estrictamente literal, es decir que el enunciado corresponde a algo que se puede ver y sentir, o sea algo real; por ejemplo: la palabra mesa hace referencia a un objeto que reconocemos en el mundo material; y las palabras sucio, orden o limpio, se refieren a un estado de cosas en el mundo social. De la misma manera, los ciudadanos esperan que las palabras con las que se designa a su ciudad corresponda con la forma como ésta se les da en la vida cotidiana.

En el caso de Bucaramanga, fue denominada durante muchos años “la ciudad de los parques” hecho que se evidenciaba en la abundancia y belleza de aquellos parques donde las familias, vecinos y visitantes se daban cita para conversar, enamorar, jugar, reír, negociar, lustrarse los zapatos, leer el periódico, deleitarse con un helado, y muchas actividades que hacían la vida agradable. Después a la ciudad se le conoció como la “Ciudad Bonita”, entonces se destacaba por su limpieza, seguridad y estética. También tenía problemas pero había un plan marco para el Desarrollo, pensado de manera integrada al área metropolitana. Era una ciudad pensada, agradable y bonita.

Poco a poco “la ciudad de los parques” y “la ciudad bonita” se fueron diluyendo en diversas frases o marcas que nada o poco dicen de si misma, pues el interés inmediato de cada nuevo mandatario local, ha estado en el afán de inaugurar obras (casi siempre inconclusas), dejando de lado los referentes de la planeación prospectiva. Poco a poco nos llenamos de discursos que hacen referencia a conceptos o categorías universales, validos en cualquier contexto, pero ausentes de contenido. Estamos en un punto donde lo que se dice sobre la ciudad solo significa algo para quien lo enuncia pero no para el ciudadano corriente que no encuentra en sus referentes cotidianos las condiciones de validez de ese discurso.

Hoy la ciudad se mueve en un interminable discurso de campaña que hace referencia a una realidad ausente. Un discurso difuso y confuso; un discurso que no genera una postura para quien lo escucha porque es vacio e intrascendente; un discurso basado en una promesa de algo que no esta al alcance de quien lo promete.

Mientras tanto las preocupaciones por la convivencia ciudadana, la seguridad, el espacio público, la movilidad, la limpieza, la contaminación del aire y del ruido, el empleo, la atención a victimas de la violencia y muchas cosas más, siguen siendo voces que nadie parece escuchar.

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