viernes, 10 de mayo de 2019

CONECTATE CON TU SER

Por azar descubrí el poder energético que tienen algunas piedras naturales. Estaba de vacaciones con mi familia y en un centro comercial, en una feria de artesanías, un hombre vendía piedras y otras cosas más. Mi esposa quien posee un “Don” para comunicarse con energías del más allá para entender mejor lo que sucede en el más acá, le preguntó al hombre por Shungita; el tipo le mostró una piedra plana, pequeña, negra –que a mí me parecía una piedra cualquiera- y le explicó su origen y todas sus propiedades. De todo lo que habló, me llamó la atención cuando dijo que la Shungita ayudaba a sanar cualquier dolor o malestar, que bastaba con ponerla sobre el sitio del dolor y “ella actuaba para sanar”.

Pues bien, en esa época sufría de reflujo y me levantaba todas las noches hacia la una de la mañana a tomarme dos AlkaSeltzer; incluso una hermana me dijo que podía ser cáncer ya que mi abuela también hacia lo mismo y cuando fue al médico le diagnosticaron la enfermedad; en fin esa noche en el hotel, tomé la pequeña piedra negra y, con mucho escepticismo, la puse sobre mi estómago antes de acostarme. Al día siguiente hice lo mismo y curiosamente el reflujo desapareció; de todas formas fui al médico para descartar el posible cáncer presagiado por mi hermana.

Unos días después la piedra se partió y mi esposa me dijo que ya había cumplido su misión, me pidió que la enterrara (que se la devolviera a la madre tierra) agradeciendo su trabajo sobre mí.

Unos meses después descubrí en Bogotá una tienda de productos esotéricos (piedras, inciensos, libros, cuencos, atrapasueños, etc.) y comencé a conocer una expresión de la espiritualidad marcada por ritos y objetos que parecieran moverse entre la magia y el milagro. Empecé a escuchar del niño interior, de los animales de poder, de los mudras, de los viajes chamánicos, del ho’oponopono, del doble cuántico y otras cosas más que se entrelazaban con mi mundo espiritual y religioso de los ángeles, arcángeles y demonios. Esta experiencia amplio mi horizonte de mundo y me reafirmó la idea de que la razón es sólo una forma del pensamiento con la cual intentamos dominar o minimizar a las otras.

Mi mundo espiritual se ampliaba pero a la vez reafirmaba la idea que siempre he tenido de que Dios está en uno. Si somos creaciones de algo divino esa divinidad está en nosotros mismos como ya lo han dicho filósofos y teólogos de todas las épocas “el reino de Dios no es algo que se aguarde; no tiene un ayer ni un pasado mañana, no llega dentro de mil años, es una experiencia en el corazón”. Pero parece que cuando no hacemos la lectura adecuada de los “signos de los tiempos” el universo mismo se encarga de conducirnos, de un golpazo, a que centremos nuestra mirada donde debemos. Donde el destino o nuestra vocación quiere que estemos.

Entonces vino un momento de crisis, que también fue la oportunidad de volver la mirada sobre mí mismo y retornar al Ser que somos. Entonces descubrí que en el trasfondo de toda enfermedad hay una situación emocional no resuelta, algún bloqueo o condicionamientos que heredamos o nos inculcan desde nuestra más tierna infancia y que viven en nuestro inconsciente para revelarse con el tiempo a través de alguna dolencia física, trastorno mental o emocional.

Hice lo que hace cualquiera desde la medicina alopática pero paralelamente hice lo que me aconsejaron los “gurús” de este mundo espiritual re-descubierto según sus visiones de los registros akashicos, las meditaciones y la oración. Aprendí a centrarme conectándome con la energía del universo y potenciando la presencia de Dios en mí; inicie los caminos del autoperdón a través del ho’oponopono y seguí algunas recomendaciones de expertos en psicología positiva. Entendí que hay muchos caminos que conducen a la realización personal y que ésta es más sencilla cuando logramos el equilibrio de nuestras dimensiones material, mental y espiritual y comprendí que la medicina más poderosa es el amor de quienes nos rodean. Amor sin juicios ni condiciones.

De esta experiencia, y por los conocimientos y aptitudes para estos temas de mi esposa Diana, nació AKASHA, un proyecto que quiere contribuir en esa búsqueda insistente que todos tenemos por encontrarnos a nosotros mismos para que la plenitud de la vida no sea solo una época del año o un día de la semana, mientras nos sumergimos en la angustia y estrés del trabajo cotidiano, sino que sintamos la alegría de la vida en el trabajo, el estudio, en los oficios domésticos o en la convivencia del espacio público.

Con AKASHA queremos apostarle a  la construcción de una sociedad mejor donde partimos de la seguridad en sí mismos que nos da nuestro propio  reconocimiento y la aceptación del otro como sujeto legítimo en la convivencia ciudadana sin  sentir amenazada nuestra existencia por su condición de género, sus creencias religiosas, sus ideas políticas o su color de piel.

AKASHA  es la esencia de todas las cosas, por eso este proyecto es para el beneficio de todas las personas y de la sociedad en general, a través de la CONEXIÓN CON SU ESENCIA.




No hay comentarios.: