viernes, 12 de mayo de 2023

PEAJES Y ENTORNO SOCIAL

De todos es sabido que una carretera concesionada cuenta con un alto grado de mantenimiento con actividades como el bacheo y reparcheo frecuente; la limpieza de cunetas y rocería; las señales de tránsito limpias, visibles y acordes con la norma; con pasos peatonales, de ganado y de fauna adecuados; alcantarillas, box coulvert y obras de arte en general apropiadas; bermas amplias, bandas de contención, bandas sonoras y muchos otros elementos que pretenden garantizan un mejor desplazamiento por la vía y menores riesgos de accidentes. Este mantenimiento se complementa con la operación de la vía por parte del concesionario que ofrece servicios de asistencia mecánica (grúa y carro-taller) y médica a los usuarios en caso de accidente, incidente o una simple varada; además información permanente sobre el estado y las condiciones de la vía a través de los centros de control, teléfonos para emergencias, la vigilancia permanente por parte de los inspectores viales que recorren la vía 24/7, entre otros. Adicionalmente hay más presencia de la policía de carreteras, mayores controles y campañas continuas en pro de la seguridad y la cultura vial. 

En este marco la presencia de un Peaje resulta algo natural y necesario pues se erige como símbolo de la eficiencia del concesionario, la comodidad y seguridad de los usuarios y un referente del Desarrollo para las regiones y el país (aunque poco aprovechado). Aunque todo tiene sus excepciones. En el caso de Santander, por ejemplo, en la carretera entre Bucaramanga y San Alberto a la altura del municipio de Rionegro ha operado un peaje desde 2004 y aunque la carretera estuvo concesionada hasta el 2016 no ha tenido avances en la prometida construcción de doble calzada ni en su mejoramiento, lo que llevó que miembros de las comunidades de su área de influencia lo destruyeran en las manifestaciones del 2021 y aún no se llega a un acuerdo para su reinstalación. La idea que queda en el público es que si estando en concesión la carretera no fue mejor, seguramente no lo estará ahora que no hay un doliente privado de por medio, pues la sensación de que la corrupción está en todas las esferas de lo público y que el Estado es ineficiente para administrar los recursos de los peajes, ahonda el pesimismo.

Experiencias como estas, y muchas más que existen en el país, dan la sensación de que los peajes son instrumentos para el recaudo de un dinero que no se traduce en el mejoramiento de las condiciones de la carretera ni de servicios para los usuarios y mucho menos que aporten al Desarrollo de los municipios y las regiones. Por el contrario, para muchos los peajes son un obstáculo para el desarrollo de sus actividades comerciales o productivas porque incrementan los costos de transporte y no se refleja en reducción de tiempos de viaje porque la carretera se mantiene en mal estado y pone en peligro su integridad y la de su medio de transporte. 

En este punto creo que, más allá de las conveniencias financieras de los peajes, también debería considerarse las condiciones y conveniencias socio-culturales y socio-económicas de las comunidades de sus Áreas de Influencia. Para ello es necesario que además de los estudios de tráfico, de origen-destino, distancias y tipos de mercancía que se transportan, etc., también se consideren (de verdad) las características de las comunidades que están en su área de influencia: edades, roles, composición familiar, género, actividades económicas, proyectos de vida; además el uso que hacen de la carretera en su vida cotidiana, horarios y modos de transporte más frecuentes; también la vocación económica del territorio y las condiciones ambientales del entorno, es decir los IMPACTOS POSITIVOS; con el fin de construir una dinámica participativa que le permita a las comunidades sentirse parte del Desarrollo de su territorio. 

Quizá sea necesario que en esas carreteras no concesionadas y con Peajes, se les brinde a los usuarios las condiciones y servicios similares a los que presta una concesión (carro-taller, grúa, ambulancia), guardando sus proporciones, y se involucre más a las comunidades de sus áreas de influencia para desarrollar emprendimientos colectivos alrededor de estas instalaciones con pequeñas áreas de servicio donde puedan desarrollar actividades comerciales que a su vez sean una vitrina de Marketing Territorial y donde el municipio involucrado también cuente con un espacio para atender a los usuarios que requieran algún tipo de apoyo institucional, un descanso o el simple uso de un baño limpio y ordenado.

También se hace necesario que en esta dinámica se involucre más la Agencia Nacional de Seguridad Vial, con presencia activa a través de campañas de educación vial y en la asesoría en sistemas de contención vehicular y la gestión social del riesgo. 

Creo que las posibilidades de concertar con las comunidades las instalación de casetas de Peajes parte del reconocimiento de ellas como un actor principal en su desarrollo, estableciendo canales de comunicación donde además de contarles sobre los beneficios de un Peaje, ellos puedan ser escuchados en sus inquietudes, temores e incertidumbres; que puedan proponer e involucrarse en la concreción de ese proyecto, en la generación de valor agregado y así hacer de este tipo de decisiones no una directriz de gobierno sino el resultado de un acuerdo por el cual la misma comunidad trabajará, apreciará, velará y defenderá como algo propio.




1 comentario:

Anónimo dijo...

Como siempre excelente columna