En la visión tradicional de la sociedad moderna y capitalista, el progreso de una sociedad era la consecuencia lógica del progreso de las personas y lo que realmente se quería expresar con ello era un sinónimo de bienestar económico. Se decía que una persona progresaba en la medida en que fuera juiciosa, estudiara, trabajara, ahorrara, comprara una casa, un carro y pagara impuestos. Todo ese proceso le garantizaba una movilidad ascendente por la escalera social.
Aun en medio de todas las guerras internas, la
sociedad colombiana se formó bajo este paradigma del bienestar. La gran mayoría
tenían la idea de que solo el trabajo duro era generador de riqueza. Sin
embargo, en la década de los ochenta del siglo pasado, un grupo variopinto de
personas descubrieron que el camino hacia la riqueza, y por ende hacia aquella
idea del progreso, no tenía que ser por una empinada escalera de esfuerzos,
paciencia y constancia, había un atajo: el narcotráfico.
El narcotráfico surge como nuevo paradigma de la
movilidad social ascendente, de manera rápida y con alto riesgo pero con
grandes recompensas y con él un nuevo estilo de vida, una nueva estética y
nuevas maneras de resolver los conflictos. La imagen de un mundo soportado en
la idea del trabajo duro, la honestidad y el temor de Dios comienza a
resquebrajarse mientras la sociedad avanza hacia una nueva imagen de sí misma
pero más por imposición que por convicción o madurez histórica.
Repentinamente nos
convertimos en una sociedad moderna, laica y protectora de los derechos humanos. Nos abrimos al mundo
económico y el contrato social cambió. Los referentes éticos y morales
construidos durante siglos se volvieron obsoletos, pero no estábamos preparados
para afrontar los nuevos desafíos de este mundo moderno; por eso después de más
treinta años seguimos en este marasmo creado por el narcotráfico que ha
invadido todas las esferas sociales y aún no estamos claros sobre el tipo de
sociedad que somos.
Urge iniciar un diálogo Nacional para trabajar en
una ética de mínimos y trabajar para convertirnos en la sociedad que creemos
ser.
https://www.vanguardia.com/opinion/columnistas/fundacion-participar/etica-de-minimos-BL7683003
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