jueves, 28 de septiembre de 2023

LO QUE SOMOS

Gran parte del caos que vivimos en nuestros municipios colombianos es, en parte, porque la principal preocupación de nuestros gobernantes se centra en hacer cosas, la mayoría copiadas de otras latitudes, y no en formar a los ciudadanos para que, por lo menos, aprendamos a usar esas cosas que copiamos y a veces no necesitamos.

Nos hemos formado con la idea de que si implementamos las cosas que funcionan en el mundo desarrollado automáticamente nuestra sociedad se transformará en un conjunto de personas respetuosas de las normas, solidarias y tolerantes. Por ejemplo, En Bucaramanga a un alcalde se le ocurrió hacer unas obras de “urbanismo táctico” pero no le contaron a nadie para qué son, como se usan, qué beneficios tienen, etc., entonces esos espacios terminaron convertidos en parqueaderos de motos y de carros, en sitios para el trabajo de recicladores y algunos como guarida de delincuentes, convirtiendo un espacio que debería ser para el disfrute ciudadano en un lugar inseguro, sucio y peligroso.

Aunque Colombia es un país donde la mayoría de la población vive en los centros urbanos (y con la redes sociales tenemos la sensación de ser ciudadanos del mundo) seguimos siendo una sociedad altamente confesional, marcada por las estructuras patriarcales, con horizontes de mundo limitados por una larga vida de generaciones en medio de las altas y anchas cordilleras que además nos han aislado de nuestros vecinos. Nos ufanamos al decir que somos una sociedad moderna pero continuamos apegados a la idea de un mundo preconcebido donde mantenemos la obediencia a “El Señor” que ahora llamamos “Doctor” y preferimos consultar los astros para tomar una decisión en vez de confiar en los dictados de la razón.

Sin embargo, no considero que esto sea un defecto, aunque tampoco es una virtud, simplemente es lo que somos. El defecto es creer que somos algo diferente y una virtud sería reconocernos en lo que somos y construir nuestros procesos de desarrollo de acuerdo con nuestros referentes culturales. Para bien o para mal somos parte de occidente, heredamos sus valores, su estructura mental y sus modelos de desarrollo económico. Sin embargo, también tenemos nuestra herencia indígena y africana que se han abigarrado en un híbrido que se manifiesta en formas de pensamiento y acción que nos negamos a aceptar y conciliar.

Quizá el cambio que estamos viviendo en el campo político sirva para mirar lo que siempre hemos querido ocultar y apostar por procesos de transformación y formación ciudadana para que las cosas que construimos tengan Sentido y sean apreciadas y valoradas.

 

                                        

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