domingo, 18 de mayo de 2025

PALABRAS QUE DESPIERTAN

 Las palabras no son meros sonidos, son acciones que trazan la frontera entre lo posible y lo aplazado. A veces, una sola palabra dicha con fuerza basta para encender una plaza, hacer vibrar una red social, o hacernos creer que el país está a punto de resolver su historia con una consigna luminosa. Pero al día siguiente, las grietas de la inequidad siguen abiertas como boca de mina, y el entusiasmo se desvanece en la almohada de la indiferencia.

Nos estamos volviendo expertos en repetir frases que suenan bien, pero no cambian nada. Aplaudimos eslóganes que no pisan las calles donde se decide lo verdaderamente importante. Celebramos mensajes que acumulan likes, pero que no llegan a la reunión de padres que pelean por un almuerzo escolar, ni a la vereda que espera hace años una ambulancia, una carretera y una escuela. Así, sin notarlo, pasamos de ser ciudadanos a ser espectadores del espectáculo de nuestra propia postergación.

 

Pero no todo está perdido. Porque la palabra también puede ser faro, semilla o tambor. Puede iluminar lo que otros prefieren ocultar, sembrar conversaciones donde antes solo había silencio, o convocar resistencias que despiertan conciencias.

 

Cuando una vecina interrumpe el discurso de un político que promete trenes voladores para decir: “explíqueme cómo va a cambiar esto”, la palabra se despierta. Cuando un grupo de jóvenes deja de repetir lo que otros dicen y empieza a revisar presupuestos y contratos, el poder tiembla. Cuando el concepto de “justicia social” deja de ser un simple cliché académico y se vuelve minuta, reclamo o propuesta, es señal de que la ciudadanía ha dejado de dormitar y ha comenzado a moverse.

 

El Despertar Ciudadano no es cuando se grita más fuerte, es cuando se habla más claro y con argumentos. Es pasar del discurso a la acción, de la queja al compromiso. Es traducir cada promesa en una pregunta incómoda, en una veeduría constante, en una decisión consciente. Es entender que la democracia no se hereda: se construye todos los días con palabras valientes y actos coherentes.

 

El país no cambiará por el eslogan más creativo ni por el video más viral. Cambiará cuando las voces comunes, las que no salen en televisión, se tomen en serio. Cuando cada palabra dicha venga con responsabilidad detrás. Cuando dejemos de esperar que alguien más lo haga y empecemos a hacerlo juntos.

 

Así que pronuncia tu palabra y hazla valer. Porque no hace falta un grito, basta con una palabra firme, dicha a tiempo, con los ojos abiertos y el corazón en pie.




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