Y sin embargo, cuántas veces lo hacemos. Reproducimos sin pensar los miedos que nos sembraron, las palabras que nunca fueron nuestras, las formas de amar, de obedecer, de callar. Jugamos los mismos juegos que criticamos, usamos las mismas herramientas que un día nos hirieron. Como si estuviéramos condenados a ser la prolongación de lo que otros decidieron.
Pero algo en nosotros se resiste. Algo despierta. Una incomodidad, una pregunta, una pequeña rebeldía. A veces es apenas un susurro que dice: no. No vinimos a obedecer herencias ciegas ni a prolongar cadenas oxidadas. No estamos aquí para repetir patrones que ya no significan nada.
Vinimos a imaginar…
Y eso, aunque lo digan poco, es un acto de coraje. Imaginar
el futuro no es una evasión ingenua, es una forma de responsabilidad. En un
mundo que premia la repetición y castiga la diferencia, pensar en lo posible
es ya un gesto de libertad.
No renegamos de nuestro origen. Lo reconocemos, incluso lo
cargamos, pero no lo confundimos con destino. Sabemos que venimos de historias
rotas, de silencios largos, de repeticiones dolorosas. Y aun así, o
precisamente por eso, elegimos crear algo nuevo.
Vinimos a ensayar lo inédito, a equivocarnos con autenticidad,
a romper con respeto, pero con decisión. A dejar de heredar culpas y empezar a
heredar preguntas. A escribir con nuestra voz, aunque tiemble.
No es fácil. El pasado siempre quiere imponerse…se cuela en los gestos, en los juicios, en los nombres que otros nos dieron. Pero también sabemos que cada acto consciente, cada “esto no lo repito” o “esto lo hago distinto”, abre una grieta… y en esa grieta NACE EL FUTURO.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario