Más allá de la cobertura y permanencia, la calidad es el verdadero reto del sistema educativo. Experimentos como la promoción automática y la evaluación por logros, han evidenciado la falta de planeación y de visión de un modelo educativo acorde con el modelo de desarrollo que la sociedad necesita.
La educación, que es el soporte del desarrollo de las sociedades modernas, ha caído en la trampa de su propia vanidad hasta convertirse en un sistema cerrado, ausente de su propio contexto, bien sea por el atraso social que se evidencia en la formación básica o por el pretendido academicismo de la educación superior. Aun cuando desde hace décadas los maestros se preparan en el diseño de modelos pedagógicos y de evaluación para cumplir su labor con mayor eficacia y eficiencia, mientras la universidad pregona una educación de cara al desarrollo de la región.
El problema no parece estar en la calidad del docente quien cada día es un profesional mejor calificado y competente para trabajar en este mundo globalizado, sino en un sistema de estructura rígida y vertical, que de de espaldas al desarrollo social aun pretende que un solo maestro sea responsable de todas las áreas de conocimiento en la educación primaria o que en secundaria, por cuenta de los cupos, a un licenciado en sociales se le asigne una materia como cálculo o educación física; y una universidad engreída de sus propios logros científicos, con bibliotecas llenas de investigaciones muy sesudas pero ajenas a la realidad.
La sociedad pide a gritos la acción conjunta entre la educación superior y la básica y de ellas con el sector empresarial y las organizaciones sociales, solo así es posible establecer acuerdos y metas para la construcción de una sociedad mas democrática, competitiva y pacífica. En este sentido parece que el SENA lleva una delantera muy significativa en el campo de la educación técnica, y en la educación básica se abren paso experiencias como el programa ONDAS, los centros interactivos y los museos de la ciencia; mientras la Universidad fortalece sus grupos de investigación científica y sus nexos con la empresa privada.
Este último aspecto resulta muy significativo para la calidad educativa, pues la relación Universidad-Empresa se constituye en un motor para el desarrollo social, pues cada una de las partes posibilita el reconocimiento de la trayectoria y avances, complementándose en la generación de propuestas que aumentan la competitividad y la investigación científica aplicada al desarrollo de al región y el país. No se trata de que la Universidad abandone la investigación científica teórica y básica, sino que los doctores salgan de los laboratorios y sepan aterrizar las construcciones teóricas en el engranaje empresarial y social que le proporcionan su sustento.
Esta alianza será un aporte a la generación de nuevas empresas y fuentes de empleo digno, lo que constituye un referente para la niñez y la juventud, en tanto que pueden apreciar el verdadero valor del aprendizaje en consonancia con la calidad de vida, dejando atrás esa idea de que es mejor ser taxista con plata que profesional desempleado.
La educación, que es el soporte del desarrollo de las sociedades modernas, ha caído en la trampa de su propia vanidad hasta convertirse en un sistema cerrado, ausente de su propio contexto, bien sea por el atraso social que se evidencia en la formación básica o por el pretendido academicismo de la educación superior. Aun cuando desde hace décadas los maestros se preparan en el diseño de modelos pedagógicos y de evaluación para cumplir su labor con mayor eficacia y eficiencia, mientras la universidad pregona una educación de cara al desarrollo de la región.
El problema no parece estar en la calidad del docente quien cada día es un profesional mejor calificado y competente para trabajar en este mundo globalizado, sino en un sistema de estructura rígida y vertical, que de de espaldas al desarrollo social aun pretende que un solo maestro sea responsable de todas las áreas de conocimiento en la educación primaria o que en secundaria, por cuenta de los cupos, a un licenciado en sociales se le asigne una materia como cálculo o educación física; y una universidad engreída de sus propios logros científicos, con bibliotecas llenas de investigaciones muy sesudas pero ajenas a la realidad.
La sociedad pide a gritos la acción conjunta entre la educación superior y la básica y de ellas con el sector empresarial y las organizaciones sociales, solo así es posible establecer acuerdos y metas para la construcción de una sociedad mas democrática, competitiva y pacífica. En este sentido parece que el SENA lleva una delantera muy significativa en el campo de la educación técnica, y en la educación básica se abren paso experiencias como el programa ONDAS, los centros interactivos y los museos de la ciencia; mientras la Universidad fortalece sus grupos de investigación científica y sus nexos con la empresa privada.
Este último aspecto resulta muy significativo para la calidad educativa, pues la relación Universidad-Empresa se constituye en un motor para el desarrollo social, pues cada una de las partes posibilita el reconocimiento de la trayectoria y avances, complementándose en la generación de propuestas que aumentan la competitividad y la investigación científica aplicada al desarrollo de al región y el país. No se trata de que la Universidad abandone la investigación científica teórica y básica, sino que los doctores salgan de los laboratorios y sepan aterrizar las construcciones teóricas en el engranaje empresarial y social que le proporcionan su sustento.
Esta alianza será un aporte a la generación de nuevas empresas y fuentes de empleo digno, lo que constituye un referente para la niñez y la juventud, en tanto que pueden apreciar el verdadero valor del aprendizaje en consonancia con la calidad de vida, dejando atrás esa idea de que es mejor ser taxista con plata que profesional desempleado.
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