Con el surgimiento de la época
moderna, la Razón, que devino en racionalidad técnica, colonizó todas las
esferas de la vida humana, reduciendo casi
todas las perspectivas de mundo a la perspectiva instrumental –medios para
fines.
Esta Razón Moderna es una razón egocéntrica,
individualista y monológica[1],
que traducida en racionalidad técnica ofrece las condiciones de posibilidad
para el surgimiento de la empresa moderna. En este sentido, la empresa en tanto
que organización que se ocupa de desarrollar procesos de transformación de la
materia para producir bienes y/o servicios destinados a satisfacer las
necesidades de sus demandantes y, en consecuencia, generar utilidades para sus
dueños o accionistas, se comporta según los lineamientos éticos que este tipo
de racionalidad le ofrece y le exige.
Dicho de otra manera, la empresa
moderna surge bajo el paradigma de eficiencia y eficacia que en la modernidad se
asimila como símbolo de éxito, prosperidad y desarrollo, en la perspectiva de
un sujeto solitario que solo se reconoce a sí mismo y ve en los otros a
potenciales competidores y/o medios para la realización de sus propios fines,
en ese sentido, la empresa actúa en consecuencia con estos principios y el
mismo enfoque.
En este sentido la empresa, como
organización, no tiene motivos para reconocer en los otros (grupos de interés)
ni en lo otro (el medio ambiente) personas o elementos a los cuales tiene que
considerar ni que cuidar para seguir siendo ella misma. La empresa está en su
negocio y la primera aproximación al reconocimiento de los derechos humanos corresponden a una concepción del mundo racional, donde el
ser humano, como poseedor de la Razón, se eleva como sujeto pensante (y
superior) sobre todas las demás creaturas de la naturaleza. Sin embargo, el
desarrollo mismo de la historia humana fue dejando en evidencia que la
felicidad humana no estaba en la acumulación per se de bienes materiales ni que el Desarrollo de los pueblos
estaba referido exclusivamente al crecimiento económico de los países; es decir
la modernidad llevaba consigo el germen de su propia crisis.
Desde esta perspectiva podemos inferir
que los Derechos Humanos, que surgen en correspondencia de una concepción
individualista del mundo, se fueron complementando con reconocimientos de orden
social, cultural, económico y ambiental, para finalmente adoptar una postura de
integralidad centrada en la vida humana, como lo reconoce la declaración de
Viena y el plan de acción donde se define que todos los Derechos Humanos son
universales, indivisibles e interdependientes
“Todos los derechos humanos son
universales, indivisibles e interdependientes y están relacionados entre sí. La
comunidad internacional debe tratar los derechos humanos en forma global y de
manera justa y equitativa, en pie de igualdad y dándoles a todos el mismo peso.
Debe tenerse en cuenta la importancia de las particularidades nacionales y regionales,
así como de los diversos patrimonios históricos, culturales y religiosos, pero
los Estados tienen el deber, sean cuales fueren sus sistemas políticos,
económicos y culturales, de promover y proteger todos los derechos humanos y
las libertades fundamentales”[2].
Este marco evolutivo en la concepción
de los Derechos Humanos, se da en el proceso de recomposición de la modernidad
que al resistirse ante la llamada posmodernidad, se sacude de la concepción
monológica de la razón hacia una idea de razón dialógica que se construye a
través de las relaciones intersubjetivas en procura de entendimientos y se
evidencia como acción comunicativa.
“El concepto de acción comunicativa presupone
el lenguaje como un medio de entendimiento sin más abreviaturas, en que
hablantes y oyentes se refieren, desde el horizonte preinterpretado que su
mundo de la vida representa, simultáneamente a algo en el mundo objetivo, en el
mundo social y en el mundo subjetivo, para negociar definiciones de la
situación que puedan ser compartidas por todos”[3]
Desde el paradigma de la razón
comunicativa las acciones van siempre orientadas al entendimiento. El lenguaje
constituye un medio que sirve para coordinar las acciones de los participantes
en una situación. Las relaciones son de igualdad y se pretende transparencia en
las intenciones a fin de conseguir acuerdos con base en el mejor argumento,
puesto que los acuerdos tienen que tener una base racional; es decir, no pueden
venir impuestos por ninguna de las partes, ya sea instrumentalmente, por una
intervención directa en la situación de acción o estratégicamente, por medio de
un influjo calculado sobre las decisiones del oponente. Los acuerdos se basan
en convicciones comunes.[4]
El otro se me da –no como un oponente-
sino como un Sujeto al que reconozco en su propia dimensión y con las mismas
condiciones, para el entendimiento, que tengo yo. De aquí construyo un modelo
de relacionamiento que encaja en los principios de la ética dialógica que en la
perspectiva de una ética aplicada a la empresa reconoce que ésta no es una
organización solitaria, sino que comparte su realidad con otros actores que
tienen interés en ella y sobre los cuales ella también se interesa: los Grupos
de Interés
En este giro la Empresa ya no se ve a
sí misma como una organización cerrada en el ámbito de las relaciones
económicas donde sólo busca su propio beneficio, sino que ahora se reconoce
como una institución económica y social que se desarrolla en un entorno (medio
ambiente) sano que hace posible los principios de eficiencia y justicia que se
mantengan como elementos inseparables.
“un medio ambiente
sano constituye un requisito sin el cual no es posible una vida verdaderamente
humana o digna, porque el ser humano se hace, vive, en un medio, por tanto una
vida humana digna es una vida vivida en un entorno digno. Pero un entorno
natural adecuado no se trata sólo de una condición de vida deseable, sino que
además puede convertirse en criterio de Justicia. Una condición de justicia
porque es previa e indispensable para el ejercicio de otros derechos, como el
derecho a la libertad, a la salud, al trabajo, etc., porque sin esta condición
las personas serían incapaces de iniciar acciones y de asumir la
responsabilidad de las mismas”[5]
De esta manera entramos en una realidad
que pasa de entender la empresa como una organización que preocupada
por sí misma ve en los grupos de interés y su entorno simples medios o instrumentos
para alcanzar sus fines a una empresa que continúa en el propósito de lograr
sus fines pero ya no se mira a sí misma como una máquina depredadora de
talentos y del medio ambiente sino que reconoce la presencia activa de los
otros y la necesidad del actuar de manera amable con su entorno.
Frente a esta nueva realidad el mundo
se ha movilizado para que los Derechos humanos no sean solo un discurso bien intencionado,
sino una marco real para el desarrollo de la vida humana, donde los
Estados sea sus garantes y procuren su
defensa y protección y que las empresas,
en tanto que actores centrales del Desarrollo de los pueblos, actúen consecuentemente
en su respeto y promoción en su respectiva cadena de valor.
De
esta manera surgen los principios rectores de la ONU sobre las empresas y los
derechos Humanos, basados en el reconocimiento de: a) Las actuales obligaciones de los Estados de respetar, proteger y
cumplir los derechos humanos y las libertades fundamentales; b) El papel de las
empresas como órganos especializados de la sociedad que desempeñan funciones
especializadas y que deben cumplir todas las leyes aplicables y respetar los
derechos humanos; c) La necesidad de que los derechos y obligaciones vayan
acompañados de recursos adecuados y efectivos en caso de incumplimiento[6].
En cuanto a la responsabilidad de las
empresas frente a los Derechos Humanos, se plantean dos clases de Principios:
Los Fundacionales y los Operacionales. Los primeros establecen las directrices
que deben seguir las empresas en el respeto por los derechos humanos y los
segundos señala las políticas y procedimientos que deben seguir las empresas en
el cumplimiento de estas responsabilidades. De esta manera estos principios se
constituyen en una carta de navegación que guía a las empresas por un camino
acorde con las necesidades del ciudadano presente y futuro.
Comentario final.
Los cambios en la concepción de mundo,
surgidos con la crisis de la modernidad, han puesto al hombre, otra vez, en el
centro de las representaciones. Sin embargo, la nueva imagen del hombre no lo
muestra como un individuo frío, aislado y omnipotente, sino como un ser de
diferentes facetas que se expresan en variadas formas del pensamiento, que le
posibilitan la construcción de mundos de vida compartidos e integrados con los
otros y con el medio ambiente.
La nueva imagen del hombre es la de un
hombre que se piensa a sí mismo en
proyección con los demás y que se reconoce como un sujeto capaz de organizar la
vida material, social y subjetiva, según los criterios racionales que construye
en la convivencia con los otros; pero que también, en medio de ello, reconoce
consigo la vivencia de situaciones que no pertenecen al ámbito de la razón y que
no por ello son irracionales. Esta apertura de Horizontes en la comprensión de
sí mismo, ha posibilitado el surgimiento de nuevas tendencias en la concepción
del Desarrollo, y en consecuencia, en la de los Derechos Humanos y los Procesos
Económicos en el marco de la empresa como organización económica y social
enfocada al Desarrollo Sostenible.
[3] HABERMAS, Jürgen. Teoría de la acción comunicativa. Madrid: Taurus,
1989. Tomo I. P. 138.
[5] FERRETE Sarria, Carmen.
La Ética Ecológica como Ética Aplicada. Tesis Doctoral. Universidad Jaume I,
2005.
[6] ONU. Asamblea General. Principios Rectores
sobre las empresas y los derechos humanos: puesta en práctica del marco de las
Naciones Unidas para "proteger, respetar y remediar", 2011.
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