Los contenidos mínimos de una ética cívica
presuponen que los valores de Libertad, Igualdad y Solidaridad están presentes
porque se parte de la premisa de que los Seres Humanos somos capaces de tomar
decisiones de un modo moralmente autónomo en el que la sociedad le reconoce el
valor de promover una igualdad material y cultural en las personas.
La Empresa Moderna, que surge bajo el paradigma de eficiencia y eficacia propio de la concepción moderna del mundo, en la perspectiva de un Sujeto solitario que solo se reconoce a sí mismo y ve en los otros a potenciales competidores y/o medios para la realización de sus propios fines, actúa en consecuencia con estos principios. Es decir, La Empresa, como organización, no tiene motivos para reconocer en los otros (grupos de interés) ni en lo otro (el medio ambiente) personas o elementos a los cuales tiene que considerar ni que cuidar para seguir siendo ella misma. Ella está en su negocio.
El resquebrajamiento de esta imagen de mundo y la necesidad de construir sociedad sobre unos valores mínimos referidos a la condición humana y compartidos por la mayoría de personas, se da con el reconocimiento de los Derechos Humanos que, si bien, surgen en correspondencia con una concepción individualista del mundo, se fueron complementando con reconocimientos de orden social, cultural, económico y ambiental, para finalmente adoptar una postura de integralidad centrada en la vida humana.
Este marco evolutivo en la concepción de los Derechos Humanos, se da en el proceso de recomposición de la modernidad que al resistirse ante la llamada posmodernidad, se sacude de la concepción monológica de la razón hacia una idea de razón dialógica que se construye a través de las relaciones intersubjetivas en procura de entendimientos y se evidencia como acción comunicativa. “El concepto de acción comunicativa presupone el lenguaje como un medio de entendimiento sin más abreviaturas, en que hablantes y oyentes se refieren, desde el horizonte pre interpretado que su mundo de la vida representa, simultáneamente a algo en el mundo objetivo, en el mundo social y en el mundo subjetivo, para negociar definiciones de la situación que puedan ser compartidas por todos” (Habermas, J. Teoría de la Acción Comunicativa)
Desde el paradigma de la Razón Comunicativa las acciones van siempre orientadas al entendimiento. El lenguaje constituye un medio que sirve para coordinar las acciones de los participantes en una situación. Las relaciones son de igualdad y se pretende transparencia en las intenciones a fin de conseguir acuerdos con base en el mejor argumento, puesto que los acuerdos tienen que tener una base racional; es decir, no pueden venir impuestos por ninguna de las partes, ya sea instrumentalmente, por una intervención directa en la situación de acción o estratégicamente, por medio de un influjo calculado sobre las decisiones del oponente pues los acuerdos se basan en convicciones comunes.
En el acto comunicativo la otra persona se me da –no como un oponente- sino como un Sujeto al que reconozco en su propia dimensión y con las mismas condiciones para el entendimiento que tengo yo. Desde aquí se construye un modelo de relacionamiento que encaja en los principios de la Ética Dialógica que en la perspectiva de una Ética Aplicada a La Empresa reconoce que ésta no es una organización solitaria, sino que comparte su realidad con otros actores que tienen interés en ella y sobre los cuales ella también se interesa: los Grupos de Interés.
En este giro la Empresa ya no se ve a sí misma como una organización cerrada en el ámbito de las relaciones económicas donde sólo busca su propio beneficio, sino que ahora se reconoce como una institución económica y social que se desarrolla en un entorno (medio ambiente) para que los principios de eficiencia y justicia se mantengan como elementos inseparables pues “un medio ambiente sano constituye un requisito sin el cual no es posible una vida verdaderamente humana o digna, porque el ser humano se hace, vive, en un medio, por tanto una vida humana digna es una vida vivida en un entorno digno” (Ferrete Carmen, La Ética Ecológica como Ética Aplicada)
De esta manera entramos en una realidad que pasa, desde el punto de vista empresarial, de entender la empresa como una organización que preocupada por sí misma ve en los Grupos De Interés y su Entorno simples medios o instrumentos para alcanzar sus fines a una empresa que continúa en el propósito de lograr sus fines pero ya no se mira a sí misma como una máquina depredadora de talentos y del medio ambiente sino que reconoce la presencia activa de los otros y la necesidad del actuar de manera amable con su entorno.
Aunque la realidad es que este es un camino fácil de decir pero muy difícil de hacer, pues no es raro que muchas empresas que han incorporado los conceptos de RSE y Sostenibilidad en sus discursos e imágenes oficiales y que ganan premios y reconocimientos por los informes que publican, aun no logran hacer de ello una práctica cotidiana con sus colaboradores directos y contratistas.
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