Cuando un proyecto de alto impacto, como una carretera de doble calzada o la rehabilitación de un corredor férreo comienzan el camino de su ejecución después de largos años de estudios de viabilidad, que se convierten para las comunidades en rumores que van y vienen, lo primero que tienen que enfrentar es la incredulidad y la indiferencia de las comunidades de su área de influencia. Incredulidad porque son muchos años los que llevan escuchando sobre los susodichos proyectos y la indiferencia porque no creen que tanta belleza, que les muestran en los render, sea cierta.
Con el inicio de
las obras las cosas cambian y aparece la incertidumbre de las comunidades sobre
su porvenir. Hay muchas familias que, a lo largo de años y abandonados a su
suerte, lograron ubicarse en los terrenos aledaños a estos proyectos y nadie
les dijo nada. Allí construyeron, poco a poco, sus casas y algunos pusieron un
negocio (tienda, billar, restaurante, etc.) y, repito, nadie les dijo nada;
pero de repente llegan las empresas y les dicen que no pueden estar allí porque
su casa o negocio esta en algo que se llama “derecho de vía” y ese terreno es
parte integral de la carretera o vía férrea. Afortunadamente el Estado cuenta
con las herramientas jurídicas para que estas familias no queden desamparadas y
se les compense el valor de las mejoras construidas y de los negocios, incluso el
restablecimiento pleno si es necesario.
Sin embargo, no
basta con restablecer las cosas y las casas porque el proceso de traslado de
las familias implica una ruptura de lazos y redes sociales que se construyeron
durante años en la convivencia cotidiana, en el compartir de su propia suerte y
la construcción de un proyecto de vida comunitario; por eso es importante el
acompañamiento psicosocial de estas personas, porque trasladarse a un nuevo
barrio, con nuevos vecinos y nuevas responsabilidades significa el inicio de
una vida nueva que, para muchos, puede ser difícil hasta el grado de
conducirlos a estados de ansiedad o depresión.
Los proyectos avanzan y con ellos van surgiendo interrogantes en las comunidades sobre su futuro, especialmente si es una carretera que cambia su curso en una variante: ¿Qué pasará con las personas (vendedores ambulantes) y los negocios que viven exclusivamente de la vía o aquellos que viven indirectamente de esa carretera? ¿Qué pasará con la vida económica del municipio si un gran porcentaje del comercio depende de los usuarios de la vía? ¿Qué pasará con las personas que acostumbran a ir y venir en caballo por la vía, o con el ganado que debe cruzar la vía para llevarlo a los pastizales o al jagüey, o con la movilidad de los tractores, y con los niños que deben cruzar la carretera para ir a la escuela? ¿Cómo quedarán las condiciones de movilidad para entrar y salir de los Centros Poblados? Estos y muchos otros interrogantes surgen ante la incertidumbre que genera ese nuevo proyecto. Éste es el Rostro de los proyectos, reflejando los miedos propios que siempre genera lo desconocido.
¿Cómo enfrentan las comunidades esta incertidumbre? Normalmente hay tres posiciones:
1) No hacer nada: esperar que las cosas tomen su curso por si solas, es decir
que cada quien se acomode como pueda a la nueva realidad y resuelva sus
problemas según su entendimiento de las cosas; 2) Oponerse radicalmente al Proyecto, protestando por su realización argumentando que solo traerá pobreza a la comunidad por los impactos a la economía y el rompimiento de su tejido social, entre otras calamidades; 3) Entender la oportunidad que significa el
proyecto: organizarse, prepararse y actuar de manera mancomunada entre Organizaciones Comunitarias y Sociales, Comerciantes, Municipio, Concesionario
y Gobierno Nacional para gestionar proyectos que les permitan a las personas y empresas adaptarse a la nueva realidad y sacar el mejor provecho de ella.
Esto último es lo ideal, aprovechar las oportunidades que traen los proyectos, pero ¿están preparados los líderes sociales y políticos de estos municipios y regiones para convertir esta oportunidad en una realidad con proyectos viables y eficientes? Quizá el Gobierno Nacional debería crear los mecanismos para brindar a los territorios la asesoría y el acompañamiento necesario para que este tipo de proyectos multipliquen sus impactos positivos y sean un verdadero trampolín hacia el Desarrollo de los territorios a partir de su vocación económica y sus ventajas competitivas en los diferentes renglones de la economía.
Un nuevo proyecto, como una
carretera o vía férrea, implica un cambio en la
imagen del mundo para las comunidades de su Área de Influencia, un cambio en la
manera de relacionarse y darle Sentido a las cosas, en la formación de nuevos
hábitos y costumbres, en otras palabras implica un cambio cultural; y este
proceso de transición es una tarea de todos: de las Empresas por Responsabilidad Social; de las Instituciones pues para eso están; y de la misma comunidad que tendrá
que adaptarse, organizarse y trabajar para que los beneficios que estos proyectos traen para
el país redunden en el mejoramiento de su calidad de vida.
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