Se regó la bola que para
el día siguiente se necesitaba una escolta. Varios nos alistamos por la
aventura y para hacerle el quite a una revista militar programada para ese
mismo día. De pronto corrió el rumor que la escolta iría hacia Pamplona y
varios comenzaron a cambiar su puesto, bien porque eran de allá y querían ir o
porque eran de Barranca y no querían aguantar frío. Yo me mantenía firme, no
conocía Pamplona y no quería estar en la revista militar, además no tenía
cucardas (unas insignias grabadas en lámina dorada que se ponían en el cuello
de la camisa).
Algún cabo me dijo
que si iba debía llevar la radio. Era 1986 y usábamos una radio grandísima que
se cargaba en las espaldas, como las que uno ve en las películas sobre la guerra
del Vietnam. Yo acepté porque quería ir, así tuviera que cargar ese
armatoste. Después de la comida, algo así como a las siete de la noche, se me
acercó Jiménez y me pidió que cambiará de puesto con él. Le dije que no, yo
quería ir en la escolta. Me dijo que él nunca había salido del batallón... que
por favor... que esto y aquello…Yo me mantenía en mi posición: NO
Buscó por otro lado,
con uno y otro, y nada...volvió a mi antes que sonara la corneta para dormir.
Finalmente le dije: "bueno Pelao
pero debe llevar la radio y me presta las cucardas para la revista"-
Me dijo que sí. Se las quitó y me las entregó advirtiéndome "cuando regrese me las devuelve".
Al otro día nos
levantamos e iniciamos la Revista Militar. Corría el rumor de que la escolta no
iba para Pamplona sino para Barranca. Refunfuñabamos los barranqueños que
cambiamos nuestro lugar y ahora estábamos bajo un sol inclemente y la mirada
evaluadora de unos oficiales, haciendo ejercicios, cantando himnos y no sé qué
cosas más. A media mañana llegó la noticia que la escolta aun no llegaba a
barranca y el nerviosismo se apoderaba de las filas... minutos después una
noticia oficial: la escolta había sido emboscada y varios de nuestros
compañeros estaban muertos. Todo se volvió confusión, tristeza y desolación. Un
viento frío recorría el batallón mientras el silencio y la incertidumbre nos atormentaba
con el paso de cada minuto…. no sabíamos nada.
La escolta estaba
conformada por dos equipos, cada uno al mando de un cabo segundo. Sin embargo,
uno de los carros estaba fallando y tuvo que devolverse hacia Bucaramanga. Vimos
como llegaban nuestros compañeros al batallón mientras los otros habían seguido
con alegría y esperanza un destino que sería truncado por un acto demencial de quienes
de manera arbitraría y equivocada se han atribuido la liberación de un pueblo
que nunca les ha reconocido ese papel.
Por la tarde me
llevaron con otro soldado a hacer el reconocimiento de los cadáveres que además
de las heridas de la explosión tenían tiros de gracia según explicaron algunos
oficiales. Pensaba en Jiménez que había tomado mi puesto. Había escuchado que
no murió en el sitio de la emboscada, sino que lo llevaron herido hasta el hospital
de Barranca... pero allí murió. Al anfiteatro llegaron sus familiares
preguntando por él. Tuve que decirles que su cuerpo no estaba allí sino en
Barranca, que era mi amigo y que me había prestado las cucardas… entonces me
las quité y se las entregué.
Recién habíamos
terminado el bachillerato y la mayoría no sabíamos qué camino tomar. Un año en
el ejercito serviría para dilucidar sobre nuestro futuro inmediato. Yo tenía 17
años como muchos y otros tantos llegaron de 16 como Jiménez. Éramos adolescentes
con uniformes de soldado, un fusil G-3 al hombro y municiones que llegaban a pesar
hasta 5 kilos, con una misión que nos era difícil de entender: defender a
la Patria.
Fuimos el tercer
contingente de soldados bachilleres de 1986 en el batallón Mercedes Abrego de
la Quinta Brigada de Bucaramanga y el 12 de agosto de ese año mientras viajaban
a la ciudad de Barrancabermeja escoltando a un comandante de la Brigada, fueron
emboscados por guerrilleros de las FARC a la altura del rio Sogamoso y allí, por ese acto cobarde
y miserable, perdieron la vida el cabo segundo José Manuel Guiza Caballero y
los soldados Asdrúbal Gáfaro Acevedo, Miguel Delgado Maldonado, Héctor Espinosa
Tobar, Edgar Eduardo Cruz, Henry Ardila Logato y Orlando Jiménez Vargas.
No hay palabras para
expresar lo que sentí en ese momento de la vida y ni aun hoy al recordarlo. Solo
deseo Paz en la tumba de mi cabo Guiza y en la de mis “lanzas”, compañeros y
amigos…entre ellos recuerdo de manera especial a Jiménez. Paz en su tumba y Amor en el corazón de quienes fuimos apartados de ese
destino trágico e inefable.
12 comentarios:
Una historia dolorosa y cruel,que ojalá cesará en nuestra patria. Menores de edad portando fusiles para defender la patria de otros posiblemente menores también excluidos. La guerra no es la salida, ni lo será. Por eso ojalá cesen las violencias armadas y salga la verdad desde los diversos matices que colorean con dolor y justifican su actuar demencial.Paz en la tumba de todos quiénes han caído en esta guerra entre Colombinos... Humildes.
Tristre vivencia...jovenes inocentes en medio de la violencia y la guerra q nunca termina
Que impactante relato.
Interesante relato que además de mostrar esa línea delgada entre la vida y la muerte, presenta la reflexión sobre la realidad del país en el que vivimos. Reflexión sobe el valor de la vida, cruda realidad que se ha repetido en cientos de oportunidades, como paradojas en el país del Sagrado corazón y el divino niño.
Triste Alvaro.Una experiencia desoladora y cuantas veces repetida.Con violencia solo se genera violencia no se construye sociedad
Fuerte historia...
Historia vivida y recordada, pero aun asi ahora los enemigos de la patria reclaman a todos sus muertos como heroes y muertos en falsos positivos, y la Jep a esos patriotas fallecidos no los recuerdan, son un numero mas. Pero son los soldados de la patria que siempren han estado ahi, y han sembrado la paz con su sangre derramada.
Notable y cálida remenbranza del amigo, sembrada asimismo de reflexiones válidas para aquellos y los actuales años: los valores provincianos que definían con sencillez y autenticidad el asomarnos a nuestra primera juventud; la violencia que siempre renovada, nos ha sorprendido con su huella de desarraigo, dolor y vacio; el maniqueísmo de los que con diferentes ropajes se autoproclaman "ejército del pueblo" y el concepto que debiera ser un referente de unidad de propósitos pero que dolorosamente a muchos nos separa, la patria. Gracias Álvaro.
Bello homenaje a quienes en nombre de la patria entregan su vida. Una patria que ni siquiera los tiene en cuenta, ni los recuerda. Solo su familia y esas amistades inolvidables
Tristísimo relato. Álvaro, óptimo sociólogo: en un corto escrito, podrías explicarnos la desgracia que se vive en Colombia, aprox. desde los años en que fue asesinado Luis Carlos Galán. Y en otro escrito, la probable conexión entre el caos socio-político que estamos viviendo y el NARCOTRÁFICO.....
Ojalá podamos algún día superar esta guerra absurda y miserable que ha dejado tanto dolor y tanta desolación.
Aprender a vivir en paz como nuestro proyecto cotidiano de vida.
Un abrazo mi apreciado y muy recordado amigo.
Y pensar que junto con el soldado Cristóbal sierra yo también estaba para esa escolta y el teniente Carvajalino como ya me había visto en los s ensayos de la parada que se hiba a realizar me metió un calcado y me sacó de la escolta, como es la suerte para algunos y mi paisano Sierra si fue pero se devolvió en el carro que estaba fallando, otro que no estaba en esa lista. Un motivo más para darle gracias al todo poderoso. Que triste fue eso la verdad.
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