miércoles, 10 de agosto de 2022

MISIÁ DOMINGA – ÑOA


Dominga Aldana Viuda de Vecino, así se le decía en aquellos tiempos a las señoras para demostrar ante la sociedad que eran viudas de algún fulano.
  En La Fuente, el pueblo donde nació, y en sus veredas le decían Misiá Dominga, con algo de solemnidad. En Barrancabermeja, donde pasó sus últimos años, le decían Doña Dominga, con todo el respeto que implica ser una Doña; y en la casa sus nietos le decíamos Ñoa, con todo la algarabía y el amor que nos salía del alma de manera estrepitosa.

Ñoa era una mujer seria, no se andaba con eufemismos ni diplomacia, decía las cosas como eran a quien fuera. De piel blanca, baja estatura, ojos grises y vidriosos, casi siempre con una sonrisa y porte de señora importante, altiva, con el cabello blanco peinado hacia atrás y una moña de las que llaman cebollita; vestido con cuello, cinturón de la misma tela que el vestido, manga tres cuartos y  falda ancha hasta más debajo de la rodilla. Casi siempre cargaba una carterita con la plata del bus que la llevaba hasta “EL Cerro”, el barrio donde pasó los últimos años de su vida y sufrió las condiciones de la pobreza en ese barrio sin acueducto donde el agua había que traerla desde los pozos en ollas o latas, con carreteras destapadas y un calor que a veces parecía ser la antesala del infierno.

Ñoa vivía con su hermana Belén y su nieta María Eugenia que salían a trabajar y por eso pasaba la mayor parte del día sola, sentada en una silla de madera con un diseño que nunca más he visto en mi vida. Desde allí su mirada se perdía en la calle del fondo por donde pasaban los buses y de repente aparecía uno de los nietos. Cuando la visitaba recuerdo que me contaba como imaginaba (anhelaba) que de la nada aparecía Manuelito, Juanchito o cualquiera de los nietos mayores que iban a visitarla. Nos gustaba visitar a ñoa porque nos daba pan con chocolate y a veces nos daba 10 centavos para que compráramos una pepita.

Recuerdo varias anécdotas con ñoa. Un día, cuando tenia como 8 o 9 años le dije “ñoa, usted ya está viejita… ¿por qué no se va a pedir limosna? Y entonces…virgen santa, vino uno de los regaños más fuertes de mi vida, me dijo que ella no necesitaba pedir limosna porque para eso tenía hijos que la cuidaban. Otro día ñoa me estaba ayudando a bañar en el patio, porque como ya dije no había acueducto, y me preguntó qué quería ser cuando grande, le dije que no sabía y ahí vino otro gran regaño porque otros nietos (primos) ya sabían desde muy pequeños que querían ser ingenieros y era inaceptable que yo no lo supiera. Son muchas las historias que vivimos con ñoa y que nos hicieron felices la mayoría de ellas.

Un día ñoa enfermó…le diagnosticaron cáncer en el estómago o algo así, le hicieron cirugía pero ya no volvió a ser la misma. Murió un 30 de julio de 1982. Se hizo un velorio exprés en la casa de uno de sus hijos, como se acostumbraba en aquellos tiempos (cuando además los familiares se tomaban fotos con los muertos) y la enterramos en los Jardines del silencio en Barrancabermeja. Nos quedó su amor infinito de abuela, el perrito de caucho que ponía encima del televisor y que nadie podía tocar, sus regaños y la alegría que nos envolvía cuando desde cualquier lugar de la casa escuchábamos su voz, hacíamos silencio y decíamos entre nosotros… ssshhh llegó ñoa?....siiiii llegó ñoa y salíamos corriendo a abrazarla y rodearla con saltos y risas…todos gritábamos al unísono: ÑOAAAAAAAA y ella nos correspondía con abrazos y lágrimas de alegría.

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