Hemos construido un mundo desde la razón y específicamente desde la razón logocéntrica,
es decir aquella que se erige como la única verdadera, cuyo mejor exponente es
la racionalidad instrumental. Gracias a ella, hemos logrado avances en la ciencia, la organización social e incluso en el arte; y se suponía que con ella también alcanzaríamos la
felicidad. Sin embargo, el mundo descubrió que no era así. Existen muchas facetas del ámbito social y personal que escapan a los dominios de esa
razón cartesiana y obedecen a otras formas de pensamiento que requieren
ubicarnos en diferentes puntos de vista, a ampliar nuestros horizontes y a transitar desde el
campo de la explicación al terreno de la comprensión.
Gracias al entendimiento y la comprensión de las limitaciones de nuestra
razón, monológica y egocéntrica, han sido posible nuevas visiones del
Desarrollo Humano más allá de lo indicadores económicos, la complejidad de
nuestro sistema de pensamiento, la idea de una inteligencia emocional, la
racionalidad comunicativa y una ética ecológica, por citar algunos ejemplos.
Sin embargo, en nuestras latitudes aun predominan los paradigmas de la
eficiencia a todo costo y a toda costa; por eso vemos que algunas empresas (mineras,
petroleras o consorcios carreteros) llegan a los territorios como los nuevos
conquistadores, con la certeza que llevan el Desarrollo amparado en la Razón
que los hace infalibles, convirtiendo el acervo de saberes ancestrales y el
buen Sentido Común que las comunidades han construido en el trasegar diario con
su entorno, en simples caprichos testarudos de una masa ignorante que no sabe
lo que es bueno para ellos. Por eso su apuesta está en la explicación del
proyecto y no en la comprensión de lo que las comunidades requieren de ese
proyecto (de aquello que les preocupa, le temen o aspiran).
La evidencia muestra que ese Desarrollo prometido no llega a las comunidades de las
áreas de influencia cuando, a pesar de las grandes inversiones de los
proyectos, éstas son cada vez más pobres, más excluidas, más inseguras, con más
desempleo, con menor autoestima, con más permeabilidad a la corrupción, etc.
Quizá esto pasa porque los proyectos
siguen aferrados al dictamen de una racionalidad con arreglo a fines que no
reconoce las variables de otros tipos de racionalidad y también de aquellas no
racionales que son propias de los entornos donde se realizan. En el
caso de las carreteras por ejemplo, se considera que la vía es solo para la
conexión de dos puntos: desde A a B, para reducir los tiempos de desplazamiento,
disminuir el valor de la carga, aumentar el turismo y en general “contar con
una conectividad continua y eficiente entre
los centros de producción y de consumo, con las principales zonas portuarias y
con las zonas de frontera del país”. Con esta visión pareciera que todo
lo que hay en el camino es simplemente un obstáculo que hay que superar y los
reclamos de las comunidades un problema que hay que resolver; y quizá por eso
también, aunque ahora hay una condición para desarrollar programas de RSE muchos de
ellos se quedan en actividades asistencialistas que siempre gratifican la pobreza
pero no la superan.
Es imperativo que en la nueva generación
de concesiones viales (también los proyectos mineros y de hidrocarburos) se
superen los límites de la racionalidad instrumental en el relacionamiento con
las comunidades de sus áreas de influencia y se propenda por aportes
consistentes y coherentes con sus necesidades desde lo que potencialmente
pueden aportar para si mismos, para la Región donde se ubican y para el País.
Para esto se necesita una perspectiva más amplia de la RSE en conexión con un
modelo de Sostenibilidad y una identificación y medición de los impactos sociales
positivos que generan los proyectos y desde los cuales se puedan formular programas,
planes y proyectos para un verdadero Desarrollo Sostenible desde los
territorios. Esto debe ser una labor conjunta entre el Estado, las entidades
territoriales, los Concesionarios y las organizaciones gremiales, sociales y
académicas de las regiones donde se ubican los proyectos.
Hay que atreverse a mirar a las
personas más vulnerables como seres humanos completos y morales, escuchar sus
necesidades, conocer sus prioridades y sus formas de vida, partiendo de la comprensión
de los motivos “para” y motivos “porque” sobre los cuales construyen el Sentido
de sus acciones en relación con los Proyectos.
4 comentarios:
Álvaro si, en principio está bien planteado el desafío de pasar de la explicación a la comprensión en el relacionamiento proyecto (vial, minero, petrolero, etc) y comunidad, pero valdría la pena profundizar más en la arista del rol del Estado como articulador y promotor de nuevas potencialidades en las áreas de influencia de estos proyectos, porque usted y yo hemos visto como este último, en sus diferentes expresiones territoriales, simplemente se descarga en el ejecutor del proyecto, pretendiendo muchas veces que le resuelva las deficiencias de su presencia lejana y siempre carente de recursos para responder a las realidades de zonas normalmente apartadas del desarrollo.
Mientras este rol articulador, planeador y promotor del Estado no se recupere, va a ser muy difícil que la mirada antagónica de comunidad vs dueño-ejecutor del proyecto se supere. Podría ser provechoso meterle el diente a esa arista.
Gracias Alejo... Intentaré abordarlo en la siguiente
Estimado Alvaro,
Interesante articulo, en este devenir social el postulado - desde el Estado, ya es fallido, su permanencia, su aporte y comprension son sesgados, por lo cual el actor social - empresa, es la que asume y afronta las necesidades de la población huerfana del Estado.
Paradigma o modelo, es la busqueda del bien comun y la forma de como generar espacios de trabajos solidarios, independientes y sostebible, si se suma el Estado, la Sociedad Civil, Empresas y Empresarios a buena hora, sino a seguir remando con los actores presentes.
Saludos
Luis Enrique
Gracias Luis Enrique
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