Los seres humanos nos hacemos en la relación con los otros y desde ese complejo entramado construimos nuestra identidad; si este tejido se rompe de manera abrupta no se puede reparar como si fuera un carro.
La violencia en Colombia ha dejado en el camino millares de personas, familias y comunidades destrozadas en su integridad física, moral, sicológica y emocional; también en el aspecto económico, político, cultural y social. Estas rupturas no se “reparan” entregando regalos, subsidios o reemplazando cosas; el tejido social, igual que un organismo, necesita de un entorno acondicionado para regenerarse pero, a diferencia de los organismos requiere, además de los elementos objetivos de la vida, los factores subjetivos que no son medibles, cuantificables, observables, ni predecibles; sino aquello que nos hace SER esencialmente humanos: amor, confianza, respeto, aceptación, alegría, protección, entendimiento y espiritualidad.
Pero no es solo la violencia armada la que mutila el tejido social, es también la invisibilización de la violencia intrafamiliar, la falta de oportunidades para nuevos emprendimientos juveniles y la exclusión de la dimensión de género en la toma de decisiones estratégicas, además de la vieja idea de que todo se arregla regalando la plata o algunas cositas.
El tejido social no es un carro que se puede reparar reemplazando unas piezas por otras o poniendo “remiendos” como en una tela o parches como en una carretera. Las heridas en el tejido social requieren un abordaje profundo y sostenido, que incluya el reconocimiento de la dignidad humana y la construcción de confianza mutua. No basta con cubrir las heridas superficiales; se necesita un proceso de reconciliación que toque las raíces de la comunidad y revitalice su esencia.
La reparación real implica un compromiso continuo con la justicia
social, la educación, la participación ciudadana y el fortalecimiento de los
lazos comunitarios. Por eso debemos trabajar en crear espacios donde el diálogo
y la empatía se conviertan en pilares para la reconstrucción de esta estructura
viva y en constante evolución, que requiere cuidado, respeto y una comprensión
profunda de lo que significa ser parte de una comunidad.
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