La gestión social tradicional ha estado atrapada en una epistemología positivista que fragmenta la realidad y trata a las comunidades como objetos o sujetos pasivos para sus estudios y desarrollos, viendo los proyectos como intervenciones externas en territorios "vacíos" de significado. Sabemos que la realidad social se construye a través de significados compartidos, no por imposición. Esta "ceguera epistemológica" conduce a lo que Habermas llamó la "colonización del mundo-de-la-vida", donde la racionalidad técnica invade los espacios de sentido comunitario, y las resistencias se malinterpretan como "falta de información".
OTRA VOZ...
Transitando los fecundos caminos de la Incertidumbre....
lunes, 7 de julio de 2025
EPISTEMOLOGÍA SOCIAL OPERATIVA CONSTRUCTIVA: La Revolución Epistemológica En El Desarrollo Territorial
miércoles, 25 de junio de 2025
IMPACTOS POSITIVOS Y VALOR COMPARTIDO
En un mundo cada vez más consciente de la interdependencia entre el desarrollo económico y el bienestar colectivo, la gestión social en los proyectos de alto impacto —como los de infraestructura vial, minería o hidrocarburos— ya no puede reducirse a un trámite técnico ni a una estrategia de mitigación. Estamos ante una transformación profunda, un giro epistémico que desplaza el eje del “cumplimiento” hacia la generación de valor compartido, la construcción de confianza y la promoción deliberada de impactos positivos y duraderos.
Durante décadas, la gestión social fue vista como un “mal necesario” o una mera exigencia contractual. Bajo esa lógica, se diseñaban planes compensatorios, programas asistenciales o reubicaciones forzadas que buscaban apagar incendios más que encender oportunidades. Pero esa mirada, aunque funcional en ciertos contextos del pasado, hoy resulta insuficiente. Genera desconfianza, dependencia institucional y relaciones marcadas por el desgaste y la fragmentación social.
La nueva visión de la gestión
social exige no solo una relectura del rol de las empresas en el territorio,
sino también una apuesta transformadora: dejar de concebir la dimensión social
como un anexo y convertirla en la columna vertebral de la estrategia
empresarial. No se trata de caridad ni de marketing social, sino de construir
sinergias genuinas entre el éxito del proyecto y el progreso de las
comunidades. En otras palabras, que la rentabilidad y la dignidad puedan
caminar juntas.
El concepto de valor compartido,
impulsado por Porter y Kramer, adquiere aquí una dimensión práctica y
transformadora. No basta con abrir una carretera; es necesario abrir caminos
para que los productores locales accedan a nuevos mercados, para que los
jóvenes se capaciten en oficios con futuro, y para que las instituciones
locales fortalezcan su capacidad de gestión.
La gestión social contemporánea no
se conforma con “no hacer daño”. Su propósito es activar procesos de desarrollo
que fortalezcan el tejido social, institucional y ambiental desde las fases más
tempranas del proyecto. Esto implica diálogo auténtico, escucha activa,
comprensión profunda del contexto y, sobre todo, co-creación. Es en esa
conversación horizontal donde nacen las soluciones duraderas, las alianzas
improbables y la confianza verdadera. La transformación debe ser profunda, no
solo en los resultados, sino en las formas de relacionarse. Porque transformar
un territorio no es solo intervenirlo técnicamente: es reconocerse en él, tejer
vínculos genuinos y abrir espacio para que la dignidad, la participación y el
sentido colectivo del futuro ocupen el lugar que les corresponde.
Para lograrlo, las empresas
necesitan más que buenas intenciones: requieren capacidades internas sólidas,
equipos interdisciplinarios, metodologías participativas y una cultura
organizacional donde la sostenibilidad, la equidad y la transparencia sean
valores vivos y no un simple eslógan. La gestión social debe dejar de ser una
función periférica para convertirse en un saber estratégico que informe cada
decisión del proyecto.
Cuando un proyecto logra encarnar la visión de que la
gestión social no se limita a evitar el rechazo, sino que aspira a construir
una forma distinta de habitar el territorio —más justa, más dialogante y más
humana—, la licencia social deja de ser una meta frágil y se convierte en una
relación sólida, basada en el respeto mutuo, los beneficios compartidos y una
esperanza común. Ese es, quizás, el verdadero rostro del desarrollo sostenible.
jueves, 19 de junio de 2025
BEHAVIORAL DESIGN Y NUDGE THEORY: LA LLAVE MAESTRA PARA OBTENER Y MANTENER LA LICENCIA SOCIAL EN PROYECTOS DE ALTO IMPACTO
En un contexto donde los proyectos de infraestructura, minería e hidrocarburos en Colombia enfrentan crecientes desafíos de aceptación social, el Behavioral Design y la Nudge Theory emergen como herramientas estratégicas fundamentales para obtener y mantener la Licencia Social para Operar (LSO)[1]. Esta relación no es casual: ambas disciplinas comparten el objetivo de influir positivamente en el comportamiento humano para generar resultados beneficiosos tanto para las organizaciones como para las comunidades.
1. La Licencia Social: Más Allá del Cumplimiento Legal
A diferencia de las licencias legales, la LSO no está escrita en ninguna normatividad, no tiene fecha de vencimiento establecida y se construye día a día a través del relacionamiento genuino. Esta licencia se fundamenta en tres pilares críticos que el Behavioral Design puede potenciar significativamente:
Ü Legitimidad de beneficios: Percepción de que el proyecto genera valor neto positivo para la comunidad
Ü
Credibilidad
institucional: Confianza en que la
empresa considerará los intereses comunitarios en sus decisiones
Ü
Capital
social: Calidad de las relaciones
interpersonales entre los actores del proyecto y la comunidad
2.
Behavioral Design: Arquitectura de Decisiones para la
Confianza
El Behavioral Design aplica principios de psicología conductual para influir en la toma de decisiones y las acciones de manera predecible y beneficiosa. En el contexto de la LSO, esta disciplina reconoce que alrededor del 95% de las decisiones que tomamos son de forma inconsciente, lo que representa una oportunidad única para diseñar experiencias que faciliten la construcción de confianza y aceptación social.
2.1 El Modelo B=MAP en la Construcción de Licencia Social
El modelo de comportamiento de BJ Fogg
(B=MAP) establece que para que un Comportamiento (B) ocurra, tres
elementos deben converger: Motivación (M), Habilidad
(A) y Prompt (P)[2]. Aplicado
a la LSO, esto significa:
- Motivación: Crear incentivos genuinos para que las comunidades vean el valor de participar constructivamente en los proyectos.
- Habilidad:
Simplificar los procesos de participación comunitaria y hacer accesible la
información sobre los proyectos.
- Prompt:
Diseñar recordatorios y oportunidades oportunas para el diálogo y la
participación.
2.2 Nudge Theory: Empujones Sutiles hacia la Colaboración
La teoría del
empujoncito propone el refuerzo positivo y las sugerencias indirectas
como formas de influir en el comportamiento sin restringir las opciones
disponibles. En el contexto de proyectos de alto impacto, los Nudges
pueden transformar dinámicas conflictivas en oportunidades de colaboración.
2.2.1 Aplicaciones Prácticas de Nudges en LSO
- Nudges de Transparencia: Diseñar sistemas de información que hagan visible el cumplimiento de compromisos sociales, aprovechando la presión social positiva.
- Nudges de Participación: Estructurar procesos de consulta que faciliten la
participación genuina, utilizando principios como hacer la
participación fácil, atractiva, social y oportuna.
- Nudges de Reciprocidad: Implementar mecanismos donde los beneficios para
las comunidades sean tangibles y visibles, generando ciclos virtuosos de
colaboración.
2.3 Casos de Aplicación en el Contexto Colombiano
2.3.1 Minería: Transformando
Conflictos en Oportunidades
Colombia enfrenta significativos desafíos en el sector minero, donde la licencia social ha sido un término relativamente nuevo pero crítico para el éxito de los proyectos. La aplicación de Behavioral Design puede abordar específicamente los pobres niveles de reputación del sector mediante estrategias de relacionamiento social genuino.
Un ejemplo concreto es la implementación de registros de compromisos comunitarios como activos tangibles del proyecto. Estos sistemas, diseñados con principios conductuales, no solo mejoran la transparencia sino que crean accountability automático, donde el cumplimiento se convierte en la opción más fácil y natural.
2.3.2 Infraestructura Vial: Diseño Participativo desde el Inicio
Los proyectos de infraestructura vial en Colombia, como las iniciativas 4G y 5G, pueden beneficiarse enormemente de enfoques conductuales desde las fases tempranas. La participación comunitaria temprana no solo reduce resistencias sino que puede transformar a las comunidades en aliados estratégicos del proyecto.
Aplicando el modelo de cinco
respuestas comunitarias al cambio (resistir, no adaptarse, apenas
adaptarse, adaptarse, transformar), los proyectos pueden diseñar intervenciones
específicas que muevan a las comunidades hacia respuestas más adaptativas y
transformativas.
2.4 Estrategias Conductuales para Fortalecer la LSO
1. Arquitectura de Elección Colaborativa
Diseñar procesos donde las opciones de colaboración sean más fáciles y atractivas que las alternativas de confrontación. Esto incluye:
- Simplificar los canales de comunicación y queja
- Hacer visible el impacto positivo de la
participación constructiva
- Crear incentivos para la participación temprana en lugar de reactiva
2. Nudges de Confianza Institucional
Implementar pequeños
empujones que demuestren consistentemente el cumplimiento de compromisos:
- Reportes automáticos de progreso en compromisos
sociales
- Sistemas de verificación comunitaria de fácil acceso
- Celebración pública de hitos en la relación empresa-comunidad
3. Diseño de Beneficios Compartidos
Estructurar los beneficios del
proyecto de manera que la prosperidad comunitaria esté alineada con el
éxito del proyecto. Esto puede incluir:
- Sistemas de participación en ingresos vinculados a métricas de sostenibilidad
- Programas de desarrollo local que se fortalezcan con
el éxito del proyecto
- Mecanismos de toma de decisiones compartida en
aspectos específicos
- Medición y Evaluación: KPIs Conductuales para LSO
La aplicación efectiva de Behavioral Design en LSO
requiere métricas específicas que vayan más allá de la simple ausencia de
conflictos:
- Indicadores de Confianza:
- Niveles de participación voluntaria en espacios de
diálogo
- Tiempo de respuesta comunitaria a propuestas de la
empresa
- Índices de cumplimiento de compromisos mutuos
- Indicadores de Legitimidad:
- Percepción de beneficios netos del proyecto en la
comunidad
- Niveles de apoyo a la continuidad del proyecto
- Grado de identificación de la comunidad con los objetivos
del proyecto
- Indicadores de Capacidad:
- Facilidad percibida para participar en procesos de
diálogo
- Accesibilidad de información sobre el proyecto
- Efectividad de canales de comunicación bidireccional
- Consideraciones Éticas: Uso Responsable del Behavioral Design
La aplicación de Behavioral Design en
la construcción de LSO debe seguir principios éticos estrictos que eviten
la manipulación y promuevan el beneficio genuino para todas las
partes. Esto incluye:
§ Transparencia sobre las Intervenciones: Las comunidades deben conocer que se están aplicando principios conductuales y cómo estos buscan beneficiar la relación.
§
Respeto a la
Autonomía: Los nudges
deben preservar la libertad de elección de las comunidades, nunca
coaccionar o manipular.
§ Beneficio Mutuo: Las intervenciones deben generar valor real tanto para las empresas como para las comunidades, no solo favorecer a una parte.
3. Implementación: Ruta Práctica para Proyectos de Alto Impacto
Antes de aplicar cualquier
intervención, es crucial entender los patrones de comportamiento
específicos de cada comunidad. Esto incluye:
- Mapeo de actores y sus interrelaciones
- Identificación de sesgos cognitivos prevalentes
- ü Análisis de
motivaciones y barreras para la participación
Fase 2: Diseño de Intervenciones
Basándose en el diagnóstico, diseñar Nudges
específicos que aborden los desafíos identificados:
- Prototipado de
procesos de participación
- Testing A/B de
diferentes enfoques comunicacionales
- Diseño de
sistemas de feedback continuo
Fase 3: Implementación Gradual
Aplicar las intervenciones de manera escalada y
con evaluación continua:
- Proyectos
piloto en comunidades específicas
- Monitoreo de
métricas conductuales
- Ajustes basados
en resultados observados
Fase 4: Escalamiento y Sistematización
Una vez validadas las intervenciones, sistematizar los aprendizajes para aplicación en otros proyectos:
- Documentación
de mejores prácticas
- Capacitación de
equipos en enfoques conductuales
- Creación de
protocolos estándar para LSO
4. El Futuro: Unidades de Insights Conductuales para LSO
Colombia tiene la oportunidad única
de crear unidades especializadas de insights conductuales enfocadas
específicamente en proyectos de alto impacto. Estas unidades podrían:
§ Desarrollar metodologías específicas para el contexto colombiano
§
Crear un banco
de intervenciones conductuales validadas
§
Formar
capacidades en empresas y gobierno para aplicar estos enfoques
§ Establecer estándares éticos para la aplicación de Behavioral Design en LSO
CONCLUSIÓN: Una Nueva Era de
Proyectos Socialmente Sostenibles
La integración del Behavioral Design y la Nudge Theory en la construcción de Licencia Social para Operar representa una evolución fundamental en cómo se conciben y ejecutan los proyectos de alto impacto en Colombia. No se trata simplemente de nuevas técnicas, sino de un cambio paradigmático que reconoce que el éxito sostenible de estos proyectos depende tanto de la ingeniería técnica como de un diseño socio-comportamental basada en evidencia científica.
En un país donde los conflictos socioambientales han llevado a la paralización de proyectos críticos para el desarrollo nacional, estas herramientas representan una oportunidad histórica para transformar la relación entre empresas, comunidades y territorio. Los proyectos que apliquen sistemáticamente estos enfoques no solo tendrán mayor probabilidad de obtener y mantener su licencia social, sino que contribuirán a la construcción de un modelo de desarrollo más inclusivo y sostenible.
La pregunta ya no es si aplicar Behavioral Design para fortalecer la LSO, sino cómo hacerlo de manera ética, efectiva y sostenible para crear un futuro donde los proyectos de alto impacto verdaderamente generen prosperidad compartida y desarrollo territorial integral.
[1] El concepto «Licencia Social para Operar» surgió en mayo de 1997 durante
una conferencia acerca de Minería y la Comunidad en Quito, Ecuador, auspiciada
por el Banco Mundial, y muy pronto entró en el vocabulario de la industria, la
sociedad civil y la comunidad de negocios. «La
Licencia Social para Operar se basa en el grado en que una organización y sus
actividades cumplen con las expectativas de las comunidades locales, la
sociedad en su conjunto y los diversos grupos que la componen». (https://alejandramastrangelo.com/que-es-la-licencia-social-para-operar/)
martes, 17 de junio de 2025
LA VIDA LLEGA SIN AVISO Y SE VA SIN PERMISO
Se instala en nosotros
como la luz al amanecer:
callada, inevitable, sagrada.
Y cuando se marcha, no deja una nota sobre la mesa,
ni una advertencia en el viento.
Simplemente… se va.
La he visto llegar en aquellas mañanas de la infancia,
cuando el barrio era nuestro universo
y uno salía descalzo, sin camisa,
sin miedo y sin reloj.
Jugábamos durante horas infinitas,
hasta que el sol se rendía,
y las rodillas hablaban con costras
de una felicidad sin protocolo.
Entonces nadie preguntaba a dónde ibas,
de dónde venías, ni con quién andabas.
Los parques eran de hierro y tierra viva,
y las heridas se curaban con saliva y café.
Éramos habitantes de un
mundo
donde la alegría no necesitaba traducción.
Luego vinieron los años del ruido:
las fiestas, el licor,
noches y amaneceres que sabían a exceso.
Amigos volátiles y abrazos efímeros.
Caminamos calles y
pueblos
como quien busca algo que perdió sin saber cuándo,
como quien vive con los bolsillos llenos de preguntas.
Y un día, sin previo aviso,
comienzan a caer las hojas.
Las canas aparecen como signos de un idioma nuevo,
y los consejos que antes ignorábamos
regresan en nuestra propia voz,
como si la vida hablara a través de nosotros.
El cuerpo nos pide pausas,
y la prisa se vuelve sospechosa.
Y un día, sin más,
la vida se despide.
Sin permiso.
Y todo lo que fuimos queda flotando
en una última mirada,
en un suspiro que nadie oye,
en la nostalgia de lo que no supimos decir a tiempo.
Porque la eternidad, esa que tanto buscan los dioses y los poetas,
no habita en las pirámides ni en los monumentos.
Se esconde, tímida, en los gestos sencillos:
como aquel pan con tinto al amanecer,
en una caminata despreocupada bajo la lluvia,
en interminables charlas sin reloj,
o en la risa de quien nos ama sin condiciones.
lunes, 16 de junio de 2025
EL DESAFÍO DE SANAR
El
disparo que intentó silenciar a Miguel Uribe Turbay el 7 de junio no solo
perforó un cuerpo: estremeció a un país que ya caminaba sobre cristales de
polarización. Mientras el senador lucha por recuperarse en la Fundación Santa
Fe, miles de ciudadanos vestidos de blanco recorrieron las principales ciudades
del país en una marcha del silencio que quiso ser plegaria, pero también un grito
ahogado contra la violencia política.
El atentado ocurrió justo cuando el
discurso público se alimenta de frases huecas y el debate nacional parece más
un duelo de consignas que un ejercicio de ideas. No fue solo un ataque: fue el
espejo de nuestra crispación. En redes, los bandos se cruzaron acusaciones y
teorías. En las plazas, los megáfonos volvieron a dividir al país entre “los de
Petro” y “los de Uribe”. Las palabras, otra vez, se usaron como trincheras. Pero
la balística no distingue hashtags ni colores partidarios. Las heridas abiertas
atraviesan el relato nacional y nos recuerdan que cada disparo se alimenta del
odio que lo precede.
En medio de esta tormenta, los
jóvenes asoman como bisagra entre la indignación y la esperanza. El primer
capturado tras el ataque fue un menor de edad; un hecho que deja al desnudo la
facilidad con que se recluta una rabia sin horizonte. Pero también fueron
jóvenes, estudiantes, artistas y deportistas, quienes alzaron banderas y
carteles el 15 de junio para exigir un país donde la diferencia no se castigue
con balas. Esa doble presencia subraya nuestra encrucijada: la juventud puede
ser carne de cañón o semilla de reconciliación, según el relato que la sociedad
le ofrezca.
¿Qué viene para Colombia? Si
seguimos sosteniendo la conversación con etiquetas, nos espera un eco
interminable de agravios. Pero si transformamos el estupor en exigencia ética,
tal vez podamos rescatar la política como pacto, no como combate. Eso exige que
cada quien, desde su trinchera generacional, escriba el próximo capítulo con
menos consignas y más diálogo: que el gobierno deje de nombrar la paz como
eslogan y la convierta en hoja de ruta verificable; que la oposición abandone
la nostalgia del miedo y proponga alternativas claras; que los jóvenes se
apropien de la democracia no solo marchando, sino vigilando, deliberando y votando
con criterio.
La palabra, igual que la bala,
viaja lejos: una mata mientras la otra convoca. De nosotros depende cuál
prevalezca.
lunes, 9 de junio de 2025
UNA CAUSA SAGRADA
Miguel Uribe tenía cinco años cuando su madre, Diana Turbay, murió en medio de un fallido intento de rescate. Fue una víctima más de una época oscura donde el Estado y el crimen se disputaban la muerte como si fuera botín de guerra. Treinta y tres años después, ese niño, hoy padre, esposo, senador, ha vuelto a encontrarse con el filo de la violencia. Un atentado reciente, todavía sin claridad sobre su estado de salud, nos recuerda lo que no debería olvidarse nunca: la vida humana es sagrada.
No porque lo diga un dogma ni una constitución, sino porque sin ella no hay nada. Ni justicia, ni política, ni reconciliación. Todo comienza y termina con ese hecho elemental.
Este atentado no se explica con trincheras ideológicas, pues lo que está en juego aquí no es una agenda de partido, sino el principio más básico de toda sociedad civilizada: nadie merece morir por pensar distinto. Que aún tengamos que repetirlo, que aún sea necesario escribirlo, es una prueba del extravío moral en el que seguimos atrapados.
Podríamos limitar nuestra reacción al rechazo, a la condena pública, a la exigencia de resultados. Y tendríamos razón. Pero hay algo más urgente: preguntarnos cómo es posible que, tres décadas después, la política siga siendo un oficio de riesgo en Colombia.
A Miguel no le disparó un enemigo extranjero ni una mano fantasma. El intento de asesinarlo fue ejecutado, según la información preliminar, por un joven de 15 años. Y eso duele aún más. Porque cuando la juventud aprende a usar un arma antes que la palabra, hemos fracasado como sociedad.
No se trata de justificar al victimario, pero sí de mirar el fondo. ¿Cómo llegamos al punto en que a un joven colombiano le parece legítimo quitarle la vida a otro, solo porque representa algo que no comparte? ¿Qué pedagogía del odio lo formó? ¿Qué clase de sociedad enseña a sus jóvenes que matar tiene más sentido de discutir los argumentos?
Hay épocas en las que la historia parece cansada, incapaz de ofrecer caminos nuevos. Pero incluso allí, cuando todo parece absurdo, queda una responsabilidad ineludible: resistir al asesinato como forma de expresión. Defender la vida, no como consigna, sino como principio. Porque todo lo que se construye sobre la muerte está condenado al derrumbe.
El caso de Miguel Uribe, más allá del drama personal, que ya es profundo, nos llama a lo colectivo. No hay democracia donde se premia el silencio ni sociedad decente donde se ejecuta al que habla. Quien justifica el asesinato por diferencias políticas ya no milita en ningún bando: habita la barbarie.
Hoy no sabemos con certeza si Miguel está fuera de peligro. Lo que sí sabemos es que su vida, como la de cualquier otro, merece ser defendida sin matices, sin peros ni cálculos. Porque si algún día Colombia se salva, no será por un caudillo ni por un discurso, sino por los ciudadanos que, a pesar de todo, siguen eligiendo la vida como única causa sagrada.
miércoles, 4 de junio de 2025
EL LARGO ALIENTO DEL “ESPÍRITU LUNGO”
Hay palabras que no solo nombran: respiran, laten, se cuelan en la sangre de una cultura. “Lungo”, por ejemplo, nació en los campamentos de los pozos petroleros de ECOPETROL en el corregimiento “El Centro” y en la refinería de Barrancabermeja, para señalar al trabajador raso, al obrero de manos curtidas que hace lo que nadie más quiere hacer.
Uno imaginaría que, tras obtener un diploma o instalarse en una oficina con aire acondicionado, el término quedaría colgado junto al overol, como una reliquia del pasado. Pero no: el “espíritu lungo”, ese compendio de gestos, tonos, lealtades y formas de estar en el mundo, se adhiere como aceite viejo a la piel y termina colándose en la universidad, en el congreso y hasta en la sobremesa del club social.
Una investigación reciente lo
confirma: más allá del Magdalena Medio, ese habitus popular se reinterpreta y
florece en los callejones de Medellín, en los barrios costeños, en los
litorales del Pacífico. Donde la precariedad obliga a la astucia, emerge la
estética de la funcionalidad sobre la apariencia, la solidaridad sin
aspavientos, el ingenio de calle. Incluso después del ascenso social, muchos
conservan el código: expresiones sabrosas, ropa sin etiqueta, la frente en alto
por no olvidar la cuna. No es folklore; es una estrategia de autenticidad en un
país donde se aplaude al “bien puesto” pero se castiga al que olvida de dónde
viene.
No faltará quien acuse al lungo de
“atrasado”, como si la modernidad exigiera pasar por el quirófano del buen
gusto. Pero en un mundo donde los algoritmos estandarizan la música, la ropa y
el deseo, la persistencia de estos rasgos populares es resistencia. Es decir:
aquí estamos. Frente al dogma de la etiqueta y al espejismo de una neutralidad
de clase, el lungo recuerda que la identidad no se cuelga en el perchero cuando
cambia el salario.
Este hallazgo va más allá de la
anécdota sociológica. Primero, desnuda la falacia de la “movilidad absoluta”:
escalar en lo económico no borra las cicatrices del origen, ni debería exigir
su ocultamiento. Segundo, lanza una advertencia a las políticas culturales
bienintencionadas que convierten lo popular en escenografía para turistas. El
“espíritu lungo” nos recuerda que la diversidad colombiana no se representa: se
vive, se trabaja, se encarna con terquedad y con orgullo.
Por eso el lungo sobrevive al uniforme corporativo y al máster en el exterior: porque en su acento, en su risa franca, en su forma de mirar el mundo, late la memoria de un país que se niega a traicionar sus raíces. Y eso, en tiempos de selfies y filtros, no es poca cosa. Lo que nos urge no es una modernidad con desarraigo, sino una prosperidad que abrace su historia sin pedir disculpas.
Así que la próxima vez que escuche
a alguien decir “es que ese sigue siendo un lungo”, pregúntele si lo dice con
desdén o con admiración. Tal vez descubra que, detrás de la etiqueta, habita
una lección de dignidad que Colombia entera, desde la mano callosa hasta el
bolígrafo Montblanc, todavía está aprendiendo.