lunes, 7 de julio de 2025

EPISTEMOLOGÍA SOCIAL OPERATIVA CONSTRUCTIVA: La Revolución Epistemológica En El Desarrollo Territorial

 La gestión social tradicional ha estado atrapada en una epistemología positivista que fragmenta la realidad y trata a las comunidades como objetos o sujetos pasivos para sus estudios y desarrollos, viendo los proyectos como intervenciones externas en territorios "vacíos" de significado. Sabemos que la realidad social se construye a través de significados compartidos, no por imposición. Esta "ceguera epistemológica" conduce a lo que Habermas llamó la "colonización del mundo-de-la-vida", donde la racionalidad técnica invade los espacios de sentido comunitario, y las resistencias se malinterpretan como "falta de información".

 Por eso, como respuesta teórica y metodológica a esta crisis, proponga una nueva Epistemología Social Operativa Constructiva (EPISOC), que no es solo una propuesta académica, sino una arquitectura práctica que integra teoría crítica, constructivismo social y tecnología para reorganizar la producción de conocimiento y la acción colectiva en los territorios. Con EPISOC, propongo un giro epistemológico fundamental: pasar de la gestión de impactos a la co-construcción de futuros deseables, donde las comunidades son co-productoras de conocimiento y transformación territorial, trascendiendo la mera consulta ciudadana para establecer procesos genuinos de investigación-acción participativa, gobernanza descentralizada y emancipación social.

 El Núcleo Operativo De EPISOC Se Basa En Ocho Transiciones Metodológicas Clave:

 1. Del Diagnóstico Técnico a la Fenomenología del Territorio: Antes de cualquier medición externa, nos enfocamos en mapear la experiencia vivida de los actores territoriales, reconociendo las estructuras de conocimiento sedimentadas en su experiencia cotidiana. Esto implica iniciar con auditorías narrativas en lugar de encuestas, permitiendo que las comunidades relaten su relación histórica con el territorio, revelando que los problemas nunca son solo técnicos, sino culturales, políticos, espirituales y económicos.

 2. De la Consulta a la Acción Comunicativa: Operacionalizamos la idea de Habermas de que la legitimidad política nace del diálogo orientado al entendimiento, yendo más allá de la consulta tradicional. Esto se logra a través de café-diálogos temáticos y decisiones deliberativas donde las decisiones emergen del proceso argumentativo. También incluimos DAOs territoriales para institucionalizar la toma de decisiones colectivas. Esta arquitectura comunicativa asegura que cada decisión técnica pase por el filtro de la razón intersubjetiva, generando legitimidad desde el proceso mismo.

 3. De la Mitigación de Impactos a la Emancipación Social: No nos limitamos a minimizar impactos, sino que buscamos revelar y corregir las estructuras de dominación que los generan. Esto se hace con auditorías de poder para mapear asimetrías invisibles: ¿quién decide qué se mide y cómo?, ¿qué saberes se legitiman?, ¿cómo se distribuyen beneficios y riesgos?. Esta aproximación empodera a las comunidades históricamente subordinadas, transformándolas en co-arquitectas de su propio desarrollo.

 4. De la Planificación Lineal a la Complejidad Sistémica: Reconocemos que los sistemas sociales se auto-organizan y co-evolucionan de manera no lineal. Diseñamos los proyectos como módulos replicables, adaptables y auto-corregibles, incorporando sensores IoT, algoritmos de aprendizaje automático y contratos inteligentes para ajustar incentivos según resultados. Esto permite que los proyectos evolucionen orgánicamente.

 5. Del Conocimiento Abstracto a la Investigación-Acción: Consideramos que el conocimiento válido emerge de la conexión entre reflexión y acción. Cada hipótesis se valida con prototipos experimentales que se ajustan sobre la marcha, como laboratorios territoriales con bio-filtros comunitarios, humedales piloto y aplicaciones móviles de monitoreo participativo. Esto garantiza soluciones viables y socialmente apropiadas.

 6. De la Propiedad Privada a los Bienes Comunes: Incorporamos la economía institucional de Elinor Ostrom, reconociendo que las comunidades pueden gestionar eficientemente recursos compartidos con reglas claras y monitoreo mutuo. Propongo la creación de DAOs de Recursos (como Water DAOs) para administrar bienes comunes bajo principios de transparencia y gobernanza colectiva, usando reglas autoejecutables en contratos inteligentes, tokens de gobernanza y oráculos descentralizados.

 7. De los Datos Privados a la Transparencia Radical: Integramos el realismo crítico con datos abiertos, reconociendo que indicadores materiales requieren medición precisa y transparencia total. Utilizamos blockchain para registros inmutables y accesibles, con sensores comunitarios instalados por los propios habitantes, plataformas de visualización intuitivas y alertas automáticas en tiempo real.

 8. De los Actores Humanos a las Redes Socio-Técnicas: Diseñamos conscientemente redes que incluyen humanos y no-humanos (empresas, DAOs, oráculos, sensores, contratos inteligentes) como mediadores activos que negocian significados. La tecnología deja de ser neutral, incorporando valores deliberados y fomentando comportamientos deseables.

 Al adoptar EPISOC en un proyecto, esperamos obtener beneficios estructurales importantes. Para las empresas, esto significa legitimidad anticipada y reducción de riesgos de conflictos, innovación acelerada al acceder a saberes locales, resiliencia sistémica y diferenciación competitiva. Para las comunidades, implica soberanía territorial, apropiación tecnológica, economía endógena y fortalecimiento cultural. Para el sistema institucional, se traduce en gobernanza multinivel, democracia experimental, desarrollo regenerativo y sostenibilidad sistémica. En general, veo que esto me lleva a una eficiencia operativa y a que las comunidades comprometidas se conviertan en aliadas estratégicas, posicionando mis proyectos como referentes en sostenibilidad y gobernanza.

 En resumen, la crisis contemporánea exige una transformación epistemológica y metodológica. EPISOC es una respuesta urgente: un método que integra teoría crítica, constructivismo social y tecnología para reorganizar la producción de conocimiento y la acción colectiva. Esta decisión no es solo estratégica, sino epistemológica: al liderar esta transición con EPISOC, nos convertimos en un agente de regeneración territorial, asegurando ventajas competitivas decisivas y co-diseñando futuros deseables basados en justicia, sostenibilidad y dignidad. No buscamos predecir el futuro, sino construirlo colectivamente, transformando nuestras formas de conocer y actuar en el mundo. Con EPISOC, cada proyecto se convierte en un laboratorio vivo de innovación social.

 

miércoles, 25 de junio de 2025

IMPACTOS POSITIVOS Y VALOR COMPARTIDO

 En un mundo cada vez más consciente de la interdependencia entre el desarrollo económico y el bienestar colectivo, la gestión social en los proyectos de alto impacto —como los de infraestructura vial, minería o hidrocarburos— ya no puede reducirse a un trámite técnico ni a una estrategia de mitigación. Estamos ante una transformación profunda, un giro epistémico que desplaza el eje del “cumplimiento” hacia la generación de valor compartido, la construcción de confianza y la promoción deliberada de impactos positivos y duraderos.

Durante décadas, la gestión social fue vista como un “mal necesario” o una mera exigencia contractual. Bajo esa lógica, se diseñaban planes compensatorios, programas asistenciales o reubicaciones forzadas que buscaban apagar incendios más que encender oportunidades. Pero esa mirada, aunque funcional en ciertos contextos del pasado, hoy resulta insuficiente. Genera desconfianza, dependencia institucional y relaciones marcadas por el desgaste y la fragmentación social.

 

La nueva visión de la gestión social exige no solo una relectura del rol de las empresas en el territorio, sino también una apuesta transformadora: dejar de concebir la dimensión social como un anexo y convertirla en la columna vertebral de la estrategia empresarial. No se trata de caridad ni de marketing social, sino de construir sinergias genuinas entre el éxito del proyecto y el progreso de las comunidades. En otras palabras, que la rentabilidad y la dignidad puedan caminar juntas.

 

El concepto de valor compartido, impulsado por Porter y Kramer, adquiere aquí una dimensión práctica y transformadora. No basta con abrir una carretera; es necesario abrir caminos para que los productores locales accedan a nuevos mercados, para que los jóvenes se capaciten en oficios con futuro, y para que las instituciones locales fortalezcan su capacidad de gestión.

 

La gestión social contemporánea no se conforma con “no hacer daño”. Su propósito es activar procesos de desarrollo que fortalezcan el tejido social, institucional y ambiental desde las fases más tempranas del proyecto. Esto implica diálogo auténtico, escucha activa, comprensión profunda del contexto y, sobre todo, co-creación. Es en esa conversación horizontal donde nacen las soluciones duraderas, las alianzas improbables y la confianza verdadera. La transformación debe ser profunda, no solo en los resultados, sino en las formas de relacionarse. Porque transformar un territorio no es solo intervenirlo técnicamente: es reconocerse en él, tejer vínculos genuinos y abrir espacio para que la dignidad, la participación y el sentido colectivo del futuro ocupen el lugar que les corresponde.

 

Para lograrlo, las empresas necesitan más que buenas intenciones: requieren capacidades internas sólidas, equipos interdisciplinarios, metodologías participativas y una cultura organizacional donde la sostenibilidad, la equidad y la transparencia sean valores vivos y no un simple eslógan. La gestión social debe dejar de ser una función periférica para convertirse en un saber estratégico que informe cada decisión del proyecto.


Cuando un proyecto logra encarnar la visión de que la gestión social no se limita a evitar el rechazo, sino que aspira a construir una forma distinta de habitar el territorio —más justa, más dialogante y más humana—, la licencia social deja de ser una meta frágil y se convierte en una relación sólida, basada en el respeto mutuo, los beneficios compartidos y una esperanza común. Ese es, quizás, el verdadero rostro del desarrollo sostenible.




 

jueves, 19 de junio de 2025

BEHAVIORAL DESIGN Y NUDGE THEORY: LA LLAVE MAESTRA PARA OBTENER Y MANTENER LA LICENCIA SOCIAL EN PROYECTOS DE ALTO IMPACTO

 En un contexto donde los proyectos de infraestructura, minería e hidrocarburos en Colombia enfrentan crecientes desafíos de aceptación social, el Behavioral Design y la Nudge Theory emergen como herramientas estratégicas fundamentales para obtener y mantener la Licencia Social para Operar (LSO)[1]. Esta relación no es casual: ambas disciplinas comparten el objetivo de influir positivamente en el comportamiento humano para generar resultados beneficiosos tanto para las organizaciones como para las comunidades.

 1.      La Licencia Social: Más Allá del Cumplimiento Legal

 A diferencia de las licencias legales, la LSO no está escrita en ninguna normatividad, no tiene fecha de vencimiento establecida y se construye día a día a través del relacionamiento genuino. Esta licencia se fundamenta en tres pilares críticos que el Behavioral Design puede potenciar significativamente:

 Ü  Legitimidad de beneficios: Percepción de que el proyecto genera valor neto positivo para la comunidad

Ü  Credibilidad institucional: Confianza en que la empresa considerará los intereses comunitarios en sus decisiones

Ü  Capital social: Calidad de las relaciones interpersonales entre los actores del proyecto y la comunidad

 

2.      Behavioral Design: Arquitectura de Decisiones para la Confianza

El Behavioral Design aplica principios de psicología conductual para influir en la toma de decisiones y las acciones de manera predecible y beneficiosa. En el contexto de la LSO, esta disciplina reconoce que alrededor del 95% de las decisiones que tomamos son de forma inconsciente, lo que representa una oportunidad única para diseñar experiencias que faciliten la construcción de confianza y aceptación social.

2.1 El Modelo B=MAP en la Construcción de Licencia Social

El modelo de comportamiento de BJ Fogg (B=MAP) establece que para que un Comportamiento (B) ocurra, tres elementos deben converger: Motivación (M), Habilidad (A) y Prompt (P)[2]. Aplicado a la LSO, esto significa:

-      Motivación: Crear incentivos genuinos para que las comunidades vean el valor de participar constructivamente en los proyectos.

-      Habilidad: Simplificar los procesos de participación comunitaria y hacer accesible la información sobre los proyectos.

-      Prompt: Diseñar recordatorios y oportunidades oportunas para el diálogo y la participación.

2.2 Nudge Theory: Empujones Sutiles hacia la Colaboración

La teoría del empujoncito propone el refuerzo positivo y las sugerencias indirectas como formas de influir en el comportamiento sin restringir las opciones disponibles. En el contexto de proyectos de alto impacto, los Nudges pueden transformar dinámicas conflictivas en oportunidades de colaboración.

2.2.1         Aplicaciones Prácticas de Nudges en LSO

 -      Nudges de Transparencia: Diseñar sistemas de información que hagan visible el cumplimiento de compromisos sociales, aprovechando la presión social positiva.

-      Nudges de Participación: Estructurar procesos de consulta que faciliten la participación genuina, utilizando principios como hacer la participación fácil, atractiva, social y oportuna.

-      Nudges de Reciprocidad: Implementar mecanismos donde los beneficios para las comunidades sean tangibles y visibles, generando ciclos virtuosos de colaboración.

 2.3 Casos de Aplicación en el Contexto Colombiano

2.3.1 Minería: Transformando Conflictos en Oportunidades

 Colombia enfrenta significativos desafíos en el sector minero, donde la licencia social ha sido un término relativamente nuevo pero crítico para el éxito de los proyectos. La aplicación de Behavioral Design puede abordar específicamente los pobres niveles de reputación del sector mediante estrategias de relacionamiento social genuino.

 Un ejemplo concreto es la implementación de registros de compromisos comunitarios como activos tangibles del proyecto. Estos sistemas, diseñados con principios conductuales, no solo mejoran la transparencia sino que crean accountability automático, donde el cumplimiento se convierte en la opción más fácil y natural.

2.3.2 Infraestructura Vial: Diseño Participativo desde el Inicio

 Los proyectos de infraestructura vial en Colombia, como las iniciativas 4G y 5G, pueden beneficiarse enormemente de enfoques conductuales desde las fases tempranas. La participación comunitaria temprana no solo reduce resistencias sino que puede transformar a las comunidades en aliados estratégicos del proyecto.

Aplicando el modelo de cinco respuestas comunitarias al cambio (resistir, no adaptarse, apenas adaptarse, adaptarse, transformar), los proyectos pueden diseñar intervenciones específicas que muevan a las comunidades hacia respuestas más adaptativas y transformativas.

2.4 Estrategias Conductuales para Fortalecer la LSO

1. Arquitectura de Elección Colaborativa

 Diseñar procesos donde las opciones de colaboración sean más fáciles y atractivas que las alternativas de confrontación. Esto incluye:

 -      Simplificar los canales de comunicación y queja

-      Hacer visible el impacto positivo de la participación constructiva

-      Crear incentivos para la participación temprana en lugar de reactiva 

2. Nudges de Confianza Institucional

Implementar pequeños empujones que demuestren consistentemente el cumplimiento de compromisos:

-      Reportes automáticos de progreso en compromisos sociales

-      Sistemas de verificación comunitaria de fácil acceso

-      Celebración pública de hitos en la relación empresa-comunidad

3. Diseño de Beneficios Compartidos

Estructurar los beneficios del proyecto de manera que la prosperidad comunitaria esté alineada con el éxito del proyecto. Esto puede incluir:

-      Sistemas de participación en ingresos vinculados a métricas de sostenibilidad

-      Programas de desarrollo local que se fortalezcan con el éxito del proyecto

-      Mecanismos de toma de decisiones compartida en aspectos específicos

-      Medición y Evaluación: KPIs Conductuales para LSO 

La aplicación efectiva de Behavioral Design en LSO requiere métricas específicas que vayan más allá de la simple ausencia de conflictos:

-      Indicadores de Confianza:

-      Niveles de participación voluntaria en espacios de diálogo

-      Tiempo de respuesta comunitaria a propuestas de la empresa

-      Índices de cumplimiento de compromisos mutuos

-      Indicadores de Legitimidad:

-      Percepción de beneficios netos del proyecto en la comunidad

-      Niveles de apoyo a la continuidad del proyecto

-      Grado de identificación de la comunidad con los objetivos del proyecto

-      Indicadores de Capacidad:

-      Facilidad percibida para participar en procesos de diálogo

-      Accesibilidad de información sobre el proyecto

-      Efectividad de canales de comunicación bidireccional

-      Consideraciones Éticas: Uso Responsable del Behavioral Design 

La aplicación de Behavioral Design en la construcción de LSO debe seguir principios éticos estrictos que eviten la manipulación y promuevan el beneficio genuino para todas las partes. Esto incluye:

§  Transparencia sobre las Intervenciones: Las comunidades deben conocer que se están aplicando principios conductuales y cómo estos buscan beneficiar la relación.

 

§  Respeto a la Autonomía: Los nudges deben preservar la libertad de elección de las comunidades, nunca coaccionar o manipular.

§  Beneficio Mutuo: Las intervenciones deben generar valor real tanto para las empresas como para las comunidades, no solo favorecer a una parte.

 3.      Implementación: Ruta Práctica para Proyectos de Alto Impacto

 Fase 1: Diagnóstico Conductual

Antes de aplicar cualquier intervención, es crucial entender los patrones de comportamiento específicos de cada comunidad. Esto incluye:

  •  Mapeo de actores y sus interrelaciones
  • Identificación de sesgos cognitivos prevalentes
  • ü      Análisis de motivaciones y barreras para la participación

 Fase 2: Diseño de Intervenciones

Basándose en el diagnóstico, diseñar Nudges específicos que aborden los desafíos identificados:

  • Prototipado de procesos de participación
  •  Testing A/B de diferentes enfoques comunicacionales
  • Diseño de sistemas de feedback continuo

 Fase 3: Implementación Gradual

Aplicar las intervenciones de manera escalada y con evaluación continua:

  • Proyectos piloto en comunidades específicas
  • Monitoreo de métricas conductuales
  • Ajustes basados en resultados observados

Fase 4: Escalamiento y Sistematización

 Una vez validadas las intervenciones, sistematizar los aprendizajes para aplicación en otros proyectos:

  • Documentación de mejores prácticas
  • Capacitación de equipos en enfoques conductuales
  • Creación de protocolos estándar para LSO

 4.   El Futuro: Unidades de Insights Conductuales para LSO

Colombia tiene la oportunidad única de crear unidades especializadas de insights conductuales enfocadas específicamente en proyectos de alto impacto. Estas unidades podrían:

§  Desarrollar metodologías específicas para el contexto colombiano

§  Crear un banco de intervenciones conductuales validadas

§  Formar capacidades en empresas y gobierno para aplicar estos enfoques

§  Establecer estándares éticos para la aplicación de Behavioral Design en LSO 

CONCLUSIÓN: Una Nueva Era de Proyectos Socialmente Sostenibles

La integración del Behavioral Design y la Nudge Theory en la construcción de Licencia Social para Operar representa una evolución fundamental en cómo se conciben y ejecutan los proyectos de alto impacto en Colombia. No se trata simplemente de nuevas técnicas, sino de un cambio paradigmático que reconoce que el éxito sostenible de estos proyectos depende tanto de la ingeniería técnica como de un diseño socio-comportamental basada en evidencia científica.

En un país donde los conflictos socioambientales han llevado a la paralización de proyectos críticos para el desarrollo nacional, estas herramientas representan una oportunidad histórica para transformar la relación entre empresas, comunidades y territorio. Los proyectos que apliquen sistemáticamente estos enfoques no solo tendrán mayor probabilidad de obtener y mantener su licencia social, sino que contribuirán a la construcción de un modelo de desarrollo más inclusivo y sostenible. 

La pregunta ya no es si aplicar Behavioral Design para fortalecer la LSO, sino cómo hacerlo de manera ética, efectiva y sostenible para crear un futuro donde los proyectos de alto impacto verdaderamente generen prosperidad compartida y desarrollo territorial integral.

 



[1] El concepto «Licencia Social para Operar» surgió en mayo de 1997 durante una conferencia acerca de Minería y la Comunidad en Quito, Ecuador, auspiciada por el Banco Mundial, y muy pronto entró en el vocabulario de la industria, la sociedad civil y la comunidad de negocios. «La Licencia Social para Operar se basa en el grado en que una organización y sus actividades cumplen con las expectativas de las comunidades locales, la sociedad en su conjunto y los diversos grupos que la componen». (https://alejandramastrangelo.com/que-es-la-licencia-social-para-operar/)

[2] https://www.numberanalytics.com/blog/ultimate-guide-to-nudge-theory-in-law-and-public-policy




martes, 17 de junio de 2025

LA VIDA LLEGA SIN AVISO Y SE VA SIN PERMISO

Se instala en nosotros como la luz al amanecer:
callada, inevitable, sagrada.
Y cuando se marcha, no deja una nota sobre la mesa,
ni una advertencia en el viento.
Simplemente… se va.

 

La he visto llegar en aquellas mañanas de la infancia,
cuando el barrio era nuestro universo
y uno salía descalzo, sin camisa,
sin miedo y sin reloj.

 

Jugábamos durante horas infinitas,
hasta que el sol se rendía,
y las rodillas hablaban con costras
de una felicidad sin protocolo.

 

Entonces nadie preguntaba a dónde ibas,
de dónde venías, ni con quién andabas.
Los parques eran de hierro y tierra viva,
y las heridas se curaban con saliva y café.

Éramos habitantes de un mundo
donde la alegría no necesitaba traducción.

 

Luego vinieron los años del ruido:
las fiestas, el licor,
noches y amaneceres que sabían a exceso.
Amigos volátiles y abrazos efímeros.

Caminamos calles y pueblos
como quien busca algo que perdió sin saber cuándo,
como quien vive con los bolsillos llenos de preguntas.

 

Y un día, sin previo aviso,
comienzan a caer las hojas.
Las canas aparecen como signos de un idioma nuevo,
y los consejos que antes ignorábamos
regresan en nuestra propia voz,
como si la vida hablara a través de nosotros.

 

El cuerpo nos pide pausas,
y la prisa se vuelve sospechosa.

Y un día, sin más,
la vida se despide.
Sin permiso.

Y todo lo que fuimos queda flotando
en una última mirada,
en un suspiro que nadie oye,
en la nostalgia de lo que no supimos decir a tiempo.

 

Porque la eternidad, esa que tanto buscan los dioses y los poetas,

no habita en las pirámides ni en los monumentos.
Se esconde, tímida, en los gestos sencillos:
como aquel pan con tinto al amanecer,
en una caminata despreocupada bajo la lluvia,
en interminables charlas sin reloj,
o en la risa de quien nos ama sin condiciones.




lunes, 16 de junio de 2025

EL DESAFÍO DE SANAR


El disparo que intentó silenciar a Miguel Uribe Turbay el 7 de junio no solo perforó un cuerpo: estremeció a un país que ya caminaba sobre cristales de polarización. Mientras el senador lucha por recuperarse en la Fundación Santa Fe, miles de ciudadanos vestidos de blanco recorrieron las principales ciudades del país en una marcha del silencio que quiso ser plegaria, pero también un grito ahogado contra la violencia política.

El atentado ocurrió justo cuando el discurso público se alimenta de frases huecas y el debate nacional parece más un duelo de consignas que un ejercicio de ideas. No fue solo un ataque: fue el espejo de nuestra crispación. En redes, los bandos se cruzaron acusaciones y teorías. En las plazas, los megáfonos volvieron a dividir al país entre “los de Petro” y “los de Uribe”. Las palabras, otra vez, se usaron como trincheras. Pero la balística no distingue hashtags ni colores partidarios. Las heridas abiertas atraviesan el relato nacional y nos recuerdan que cada disparo se alimenta del odio que lo precede.

En medio de esta tormenta, los jóvenes asoman como bisagra entre la indignación y la esperanza. El primer capturado tras el ataque fue un menor de edad; un hecho que deja al desnudo la facilidad con que se recluta una rabia sin horizonte. Pero también fueron jóvenes, estudiantes, artistas y deportistas, quienes alzaron banderas y carteles el 15 de junio para exigir un país donde la diferencia no se castigue con balas. Esa doble presencia subraya nuestra encrucijada: la juventud puede ser carne de cañón o semilla de reconciliación, según el relato que la sociedad le ofrezca.

¿Qué viene para Colombia? Si seguimos sosteniendo la conversación con etiquetas, nos espera un eco interminable de agravios. Pero si transformamos el estupor en exigencia ética, tal vez podamos rescatar la política como pacto, no como combate. Eso exige que cada quien, desde su trinchera generacional, escriba el próximo capítulo con menos consignas y más diálogo: que el gobierno deje de nombrar la paz como eslogan y la convierta en hoja de ruta verificable; que la oposición abandone la nostalgia del miedo y proponga alternativas claras; que los jóvenes se apropien de la democracia no solo marchando, sino vigilando, deliberando y votando con criterio.

La palabra, igual que la bala, viaja lejos: una mata mientras la otra convoca. De nosotros depende cuál prevalezca.


lunes, 9 de junio de 2025

UNA CAUSA SAGRADA

Miguel Uribe tenía cinco años cuando su madre, Diana Turbay, murió en medio de un fallido intento de rescate. Fue una víctima más de una época oscura donde el Estado y el crimen se disputaban la muerte como si fuera botín de guerra. Treinta y tres años después, ese niño, hoy padre, esposo, senador, ha vuelto a encontrarse con el filo de la violencia. Un atentado reciente, todavía sin claridad sobre su estado de salud, nos recuerda lo que no debería olvidarse nunca: la vida humana es sagrada.

No porque lo diga un dogma ni una constitución, sino porque sin ella no hay nada. Ni justicia, ni política, ni reconciliación. Todo comienza y termina con ese hecho elemental.

Este atentado no se explica con trincheras ideológicas, pues lo que está en juego aquí no es una agenda de partido, sino el principio más básico de toda sociedad civilizada: nadie merece morir por pensar distinto. Que aún tengamos que repetirlo, que aún sea necesario escribirlo, es una prueba del extravío moral en el que seguimos atrapados.

Podríamos limitar nuestra reacción al rechazo, a la condena pública, a la exigencia de resultados. Y tendríamos razón. Pero hay algo más urgente: preguntarnos cómo es posible que, tres décadas después, la política siga siendo un oficio de riesgo en Colombia.

A Miguel no le disparó un enemigo extranjero ni una mano fantasma. El intento de asesinarlo fue ejecutado, según la información preliminar, por un joven de 15 años. Y eso duele aún más. Porque cuando la juventud aprende a usar un arma antes que la palabra, hemos fracasado como sociedad.

No se trata de justificar al victimario, pero sí de mirar el fondo. ¿Cómo llegamos al punto en que a un joven colombiano le parece legítimo quitarle la vida a otro, solo porque representa algo que no comparte? ¿Qué pedagogía del odio lo formó? ¿Qué clase de sociedad enseña a sus jóvenes que matar tiene más sentido de discutir los argumentos?

Hay épocas en las que la historia parece cansada, incapaz de ofrecer caminos nuevos. Pero incluso allí, cuando todo parece absurdo, queda una responsabilidad ineludible: resistir al asesinato como forma de expresión. Defender la vida, no como consigna, sino como principio. Porque todo lo que se construye sobre la muerte está condenado al derrumbe.

El caso de Miguel Uribe, más allá del drama personal, que ya es profundo, nos llama a lo colectivo. No hay democracia donde se premia el silencio ni sociedad decente donde se ejecuta al que habla. Quien justifica el asesinato por diferencias políticas ya no milita en ningún bando: habita la barbarie.

Hoy no sabemos con certeza si Miguel está fuera de peligro. Lo que sí sabemos es que su vida, como la de cualquier otro, merece ser defendida sin matices, sin peros ni cálculos. Porque si algún día Colombia se salva, no será por un caudillo ni por un discurso, sino por los ciudadanos que, a pesar de todo, siguen eligiendo la vida como única causa sagrada.



miércoles, 4 de junio de 2025

EL LARGO ALIENTO DEL “ESPÍRITU LUNGO”

Hay palabras que no solo nombran: respiran, laten, se cuelan en la sangre de una cultura. “Lungo”, por ejemplo, nació en los campamentos de los pozos petroleros de ECOPETROL en el corregimiento “El Centro” y en la refinería de Barrancabermeja, para señalar al trabajador raso, al obrero de manos curtidas que hace lo que nadie más quiere hacer.

Uno imaginaría que, tras obtener un diploma o instalarse en una oficina con aire acondicionado, el término quedaría colgado junto al overol, como una reliquia del pasado. Pero no: el “espíritu lungo”, ese compendio de gestos, tonos, lealtades y formas de estar en el mundo, se adhiere como aceite viejo a la piel y termina colándose en la universidad, en el congreso y hasta en la sobremesa del club social.

 

Una investigación reciente lo confirma: más allá del Magdalena Medio, ese habitus popular se reinterpreta y florece en los callejones de Medellín, en los barrios costeños, en los litorales del Pacífico. Donde la precariedad obliga a la astucia, emerge la estética de la funcionalidad sobre la apariencia, la solidaridad sin aspavientos, el ingenio de calle. Incluso después del ascenso social, muchos conservan el código: expresiones sabrosas, ropa sin etiqueta, la frente en alto por no olvidar la cuna. No es folklore; es una estrategia de autenticidad en un país donde se aplaude al “bien puesto” pero se castiga al que olvida de dónde viene.

 

No faltará quien acuse al lungo de “atrasado”, como si la modernidad exigiera pasar por el quirófano del buen gusto. Pero en un mundo donde los algoritmos estandarizan la música, la ropa y el deseo, la persistencia de estos rasgos populares es resistencia. Es decir: aquí estamos. Frente al dogma de la etiqueta y al espejismo de una neutralidad de clase, el lungo recuerda que la identidad no se cuelga en el perchero cuando cambia el salario.

 

Este hallazgo va más allá de la anécdota sociológica. Primero, desnuda la falacia de la “movilidad absoluta”: escalar en lo económico no borra las cicatrices del origen, ni debería exigir su ocultamiento. Segundo, lanza una advertencia a las políticas culturales bienintencionadas que convierten lo popular en escenografía para turistas. El “espíritu lungo” nos recuerda que la diversidad colombiana no se representa: se vive, se trabaja, se encarna con terquedad y con orgullo.

 

Por eso el lungo sobrevive al uniforme corporativo y al máster en el exterior: porque en su acento, en su risa franca, en su forma de mirar el mundo, late la memoria de un país que se niega a traicionar sus raíces. Y eso, en tiempos de selfies y filtros, no es poca cosa. Lo que nos urge no es una modernidad con desarraigo, sino una prosperidad que abrace su historia sin pedir disculpas.

 

Así que la próxima vez que escuche a alguien decir “es que ese sigue siendo un lungo”, pregúntele si lo dice con desdén o con admiración. Tal vez descubra que, detrás de la etiqueta, habita una lección de dignidad que Colombia entera, desde la mano callosa hasta el bolígrafo Montblanc, todavía está aprendiendo.