sábado, 24 de mayo de 2025

EL ESPANTAPAJAROS

 -      Debes de estar cansado de permanecer inmóvil en este solitario campo —le dije un día a un espantapájaros.

-      La dicha de asustar es profunda y duradera; nunca me cansa —me respondió.
Tras un minuto de reflexión, le comenté:

-      Es verdad; yo también he conocido esa dicha.

-      Sólo quienes están rellenos de paja pueden conocerla —me dijo.

 

Entonces, me alejé del espantapájaros, sin saber si me había elogiado o menospreciado. Pasó un año, y el espantapájaros se había convertido en filósofo. Cuando volví a pasar junto a él, vi que dos cuervos habían anidado bajo su sombrero. (Gibran, K.)

 

El espantapájaros vive seguro, blindado por la ignorancia y la rutina. La paja le protege del vértigo de la libertad y lo aísla de la incertidumbre. No se pregunta por el sentido de su función; su alegría no proviene de la plenitud, sino de la ausencia de conflicto. Es la serenidad hueca de quien nunca se contradice. ¿Quién podría envidiarlo? Ninguno… o tal vez todos… en algún momento.

 

El tiempo pasa… y el silencio del campo, la sucesión de los días y de las estaciones provocan una grieta imperceptible en su estructura…algo se fisura en su interior. Lo que era certeza comienza a resquebrajarse… y de repente, un día deja de asustar. Ya no le basta con cumplir; necesita entender… se volvió filósofo.

 

Bajo su sombrero, donde antes anidaba el orgullo, ahora anidan dos cuervos... Lo que fue un signo de amenaza se convierte en refugio… lo que fue barrera se transforma en puente. El espantapájaros deja de ser instrumento y se convierte en morada. Ya no es aquel guardián distante, sino el anfitrión de lo otro, de lo inesperado, de lo que llega sin permiso.

 

Quizá el verdadero peligro no está en pensar, sino en quedarse lleno de paja… en esa comodidad que nos impide sentir, en la rutina que nos separa de lo vivo. El placer del espantapájaros se transmuta; deja de ser la satisfacción ciega del deber cumplido para convertirse en un espacio donde la vida, impredecible y ajena, puede posarse y transformar.

 

Dejemos a los cuervos que aniden en nuestras certezas, que nuestras seguridades se fisuren… que nos habite el asombro. Porque todos, en el corazón o en la cabeza, llevamos un espantapájaros adormecido.

 

Al final, no es el cuervo quien decide dónde anidar, sino la grieta quien le abre paso. Y tal vez, en esa espera silenciosa… a la intemperie, esté la más profunda de las dichas: no la de espantar, sino la de ser habitados.

 


10 comentarios:

Anónimo dijo...

Excelente narrativa, mejor reflexión!

Juan Lucas Jaimes dijo...

Alvarito, gracias por esta metáfora, nos hace reflexionar.

Anónimo dijo...

Somos moldeados por las circunstancias, el aprender y desaprender, así como de la experiencia.

Anónimo dijo...

Me gusta leerte Alvarin, y gracias porque el texto me transforma y me mueve del confort constante.

Anónimo dijo...

Álvaro muchas gracias muy buena reflexión.Saludos

Giovanni Gonzalez dijo...

Álvaro, gracias. Un texto que nos lleva a reflexionar en torno a las vivencias íntimas.
Nuestros propios miedos nos han empoderado para asustar.
La introspección nos puede llevar a romper con el hacer por hacer y dar un sentido reflexivo a los actos.
Vivir, mas allá del estereotipo, no asustarnos y dejar de asustar.

Un abrazo.

Anónimo dijo...

👌

Anónimo dijo...

Muy oportuna analogía con nuestra postura actual de Colombianos..

Anónimo dijo...

Gracias Alvarito

Anónimo dijo...

Me suena, me suena. Gracias por llamar la atención